- Pese a que lluvias llenaron las presas durante 2024, Nuevo Léon podría enfrentarse a un nuevo periodo de sequía con crisis hídrica debido a varios factores
Por Liliana Cavazos
Para más de 5 millones de habitantes de la zona metropolitana de Monterrey, el disfrute diario del agua limpia dificulta recordar que hace solo tres años dependían de la distribución en pipas. Sin embargo, estimaciones científicas sugieren que esta situación podría repetirse en el transcurso de un año. La disponibilidad de agua en Nuevo León se encuentra bajo amenaza.
Y es que, si bien la emergencia hídrica menguó, la crisis hídrica no; la amenaza a la disponibilidad de agua para consumo humano que enfrentan los habitantes de Nuevo León tiene nombre: cambio climático, con sequías y olas de calor, que seguirán de acuerdo al pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional.

Además, la amenaza tiene apellido: la deuda de agua con Estados Unidos y Tamaulipas, la falta de acuerdos y voluntad política para implementar soluciones y, en contraste, las intenciones de ejecutar proyectos que agravan el problema, así lo explica el biólogo Antonio Hernández.
«Esta estabilidad es momentánea, puede durar un año o un poco más, pero mi pronóstico es que en 12 a 15 meses veremos una disminución sensible en los volúmenes», advierte.
La estabilidad de la que habla se refleja en un consumo actual de 15 a 16 mil litros de agua por segundo, según Agua y Drenaje de Monterrey, cifra que supera en 45% la disponibilidad reportada durante la crisis de 2022, cuando la emergencia hídrica dejó sin servicio a la población.
Este respiro se debe a las lluvias extraordinarias de la tormenta tropical Alberto en junio de 2024, que elevaron los niveles de las presas La Boca, El Cuchillo y Cerro Prieto del 37%, 32% y 5% —números críticos— al 79%, 78% y 103% actuales.
En el reporte «Tormenta Tropical Alberto» de la Gerencia de Meteorología y Climatología de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se consignó que la recarga de las presas fue debido al meteoro, más que a acciones de las autoridades.
Al respecto, el activista Antonio Hernández apunta que “hay que entender que esto se debe no a políticas de los gobiernos, sino a que fueron las precipitaciones extraordinarias o anómalas de la tormenta tropical Alberto, si no estuviéramos todavía en crisis”, dice.
Sin embargo, esos niveles han comenzado a descender: entre abril y mayo, El Cuchillo pasó del 93% al 78% tras un desfogue de 130 millones de metros cúbicos, cuyo destino aún no se aclara.
La presidenta Claudia Sheinbaum aseguró que el pago a Estados Unidos se haría con presas fronterizas, no con El Cuchillo, pero el Tratado de 1944 permite usar sus aguas para saldar la deuda a través de un actor clave: el río San Juan.
“Fueron varias semanas de trabajo para poder encontrar un esquema que pueda dar el agua a Estados Unidos que debíamos, pero que no nos ponga en riesgo a nosotros”, dijo Claudia Sheinbaum durante su conferencia de prensa del martes 29 de abril.
Hasta ahora, México solo ha entregado el 29% de los 2 mil 158 millones de metros cúbicos pactados; a la posibilidad de que las aguas de Nuevo León disminuyan por desfogues, la lista de amenazas a la disponibilidad del agua continúa.
Los efectos del cambio climático anticipan un temporal bajo de lluvias y temperaturas elevadas para el verano, esto implica la evapotranspiración de los embalses, con pérdidas hasta del 6%, señala Hernández, quien apunta a centrar la atención en una amenaza que representa una pérdida mayor de agua y que además es controlable: “Son los altos consumos”.
Las amenazas de la emergencia hídrica en Nuevo León
De acuerdo al Plan Hídrico Nuevo León 2050, el consumo que corresponde a las personas es del 25%, el 75% restante engloba al sector agrícola y al industrial, siendo el primero el que más gasto implica debido a un retraso en la tecnificación de sistemas de riego.
Un reporte de INEGI indica que en Nuevo León, por cada 100 litros de agua usada para el campo, solo 13 son eficientes al ser riego por goteo.
Y la lista de amenazas sigue: el deterioro del sistema de tuberías de la ciudad, la rehabilitación del acueducto Mina II, así como los incendios forestales que menguan la capacidad de retención de agua de lluvia y la implementación de obras con efectos similares en zonas alimentadoras a las presas.
“Los incendios forestales están relacionados con el abastecimiento de agua justo porque la eliminación de los bosques afecta el beneficio que obtenemos de estos, fundamentalmente son dos: la infiltración de agua al subsuelo para que esté disponible para consumo doméstico y la protección contra inundaciones”, dijo Hernández.
La construcción de la carretera interserrana, que atraviesa el cauce del río Pablillo, también genera preocupación, pues modifica la estructura de la cuenca y favorece el desarrollo urbano, lo que conlleva la pérdida de cubierta forestal y la disminución de la captación de agua.
Las presas que hoy lucen llenas, se vacían con altos consumos, principalmente de los sectores industrial y agrícola que se resisten a renovarse; fugas por una red deficiente y trasvases por tratados nacionales e internacionales.
Pero además su recarga se ve comprometida ante sequías, escasez de lluvias y afectaciones a los sistemas de captación de agua por incendios forestales y obra pública. El reloj corre… y el agua también.
Reportaje realizado para Reporte Índigo / Imagen de portada: Reporte Índigo
