Por Pablo Pérez*
La semana pasada subí a un camión rumbo a una búsqueda de desaparecidos en el Ajusco, muy cerca de la Ciudad de México, en la que a lo largo de los días se encontraron varios fragmentos de huesos humanos que fueron colectados para su posterior identificación, así modo la fiscalía especializada en búsqueda de desaparecidos podrá saber si corresponden a alguna de las carpetas de investigación abiertas.
Posiblemente el calvario de alguna familia termine o por lo menos se tenga una pista que les de esperanza.
Pero lo que quiero comentar es como en ese viaje escuche a una persona de la fiscalía hablar de las clases en la academia de policía y cómo ahí les enseñaron: “A detectar a los psicópatas por la mirada, porque reflejan la maldad”. ¡Inserten efecto de sonido de disco rayado!
La idea de que el trastorno de personalidad conocido como psicopatía es intrínseco a la “maldad” viene de los años sesenta, pero desde hace más de veinte años, las publicaciones científicas del ramo han cambiado la manera de verlo y se considera que el trastorno no está obligatoriamente ligado a las conductas antisociales, ni a ningún concepto de “maldad” sino a una incapacidad de empatizar con las emociones de otras personas, entre otras características.
Y aún con la definición antigua del trastorno, su detección implica la aplicación de una serie de pruebas muy específicas por parte de una persona altamente capacitada en psicología clínica e incluso un análisis tomográfico… o sea que no se puede distinguir “por la mirada”
La persona con la que compartí autobús, que trabaja para una dependencia de estado y está, posiblemente con buenas intenciones, buscando vivir de su trabajo en el área de la justicia, recibió como buena una información anticuada, incorrecta y anticientífica. El problema es que esa información falsa es la base para la toma de decisiones de por lo menos una generación de graduados de la Universidad de Policía de la Ciudad de México, y de quien sabe cuantas otras escuelas que enseñan la materia de criminología.
A la falta de presupuesto y voluntad política en las instituciones del sistema de justicia tenemos que sumar que quienes se supone que trabajan para esclarecer los crímenes carecen de bases científicas y las sustituyen por información anticuada, pseudociencias y charlatanerías.
Posiblemente gran parte de la culpa está en el cine y la televisión, los programas policiacos como CSI usan las ciencias forenses como un pretexto para resolver crímenes imposibles pero sin rigor alguno, culpa de un sistema que asume que la ciencia es magia y que por lo tanto todo lo que suene científico automáticamente es válido. Otro problema es el analfabetismo mediático tan grande que hace que los que toman las decisiones en las instituciones de seguridad crean que las narrativas del cine y la televisión son ciertas.
¡Hasta el supuesto psicópata más famoso de la televisión, Dexter, es experto en una supuesta disciplina forense que ha sido descalificada en el journal “Criminal Legal News” por no tener ningún rigor científico!
Así, en la búsqueda de la justicia tuvimos a la vidente Francisca Zetina contratada por el subprocurador de la república para resolver un asesinato de alto perfil y como un ejemplo más cercano a Maryfer Centeno y su madre, cuya charlatanería no solo se expone en medios y redes sociales sino que son peritas autorizadas a opinar sobre procesos legales a partir de supuestos conocimientos que no han sido comprobados científicamente.
La crisis de justicia en este país es enorme, solo 4 de cada 100 delitos son investigados, menos de uno es resuelto. No podemos darnos el lujo de sostener a charlatanes en las fiscalías ni debemos permitir se beneficien económicamente de la ignorancia de los policías, fiscales y jueces porque no estamos en un programa de televisión, las víctimas son reales y las soluciones que les damos deben ser también verdaderas.
