Por Pablo Pérez
Quiero hablar de la manera que hemos vivido, pocos o muchos años dependiendo de nuestra edad, en un continuo estado de crisis: la crisis del agua, la crisis de desaparecidos, la crisis climática, la crisis de violencia o la crisis de vivienda sin hablar de las innumerables crisis económicas.
Pero la palabra crisis define un episodio en el que se agrava una situación y lo que vivimos nosotros es todo menos momentáneo. Las desapariciones son noticia casi cotidiana en el país desde hace más de 12 años, los que nacimos hace más de cuatro décadas recordamos que en nuestra infancia ya había preocupación por la escasez de agua y de la violencia, ni hablar.
¿Por qué es importante llamarlos crisis? Porque ante muchos de estos problemas la respuesta oficial y organizacional es crear grupos emergentes de trabajo, comisiones extraordinarias y medidas de emergencia.
Atender los problemas con medidas extraordinarias y plantearse metas y entregables les permite a las administraciones en turno decir que están haciendo algo, y así la administración siguiente y ad infinitum.
Pero la población de Iztapalapa, García o Zapopan sigue sufriendo cortes prolongados de agua, se siguen acumulando fichas de búsqueda en las comisiones estatales, así como cuerpos sin identificar en los SEMEFOs de todo el país, y ni qué decir de las condiciones de violencia e inseguridad en prácticamente los 31 estados.
Hacer algo “extraordinario” contra una “crisis” es vendible en el marketing político y lo más preocupante es que si después hay gente que se queja de que el problema persiste, no dudan en decir que se trata de golpeteo de la oposición. ¿Cómo va a seguir, si ya atacaron la crisis?
Además de que hablar de “crisis” facilita decir que la causa viene de administraciones pasadas, de un personaje o grupo en particular en vez de aceptar que posiblemente tiene causas mucho más profundas que se siguen perpetuando y de la cual posiblemente se está beneficiando también la administración actual a pesar de crear su “comisión extraordinaria”.
Justo pensando en lo perpetuo pienso que otra palabra que describe mejor nuestra situación, a un problema constante que tiende a empeorar se le llama “crónico”.
Hay que dejar de llamarle crisis a nuestras problemáticas crónicas.