Por Cesia Escobar*
¿Qué significa para nuestras autoridades “embellecer” nuestra ciudad?
Desde el discurso oficial, se trata de “construir la mejor versión” de nuestro estado y su zona metropolitana de cara al Mundial de la FIFA 2026. Para ello se priorizan proyectos de movilidad, economía y turismo que faciliten el disfrute de quienes visiten Nuevo León para asistir a uno de los cuatro partidos que se celebrarán aquí.
La creación de corredores, el mantenimiento de parques y canchas públicas o las nuevas líneas del metro son un claro ejemplo de cómo los recursos, las decisiones y las voluntades políticas se alinean con este evento de talla mundial.
Sin embargo, el discurso de “embellecimiento” preocupa, porque la experiencia internacional nos demuestra que estas narrativas suelen traducirse en políticas de exclusión, vulneración y violencia hacia quienes no encajan en un canon oficial de lo “bello” o lo “permitido”. Es decir, personas en situación de calle, migrantes o pobres.
En Francia, de cara a los Juegos Olímpicos 2024, las autoridades recurrieron a la arquitectura hostil para impedir que personas en situación de calle o migrantes durmieran o permanecieran en espacios públicos.
Incluso fueron desplazados a las afueras de la ciudad para que no permanecieran en zonas turísticas o cercanas a los estadios o recintos deportivos. Hecho que fue señalado por decenas de organizaciones de la sociedad civil y activistas.
En Brasil, durante las preparaciones para el Mundial de la FIFA 2014, el “embellecimiento” justificó desalojos y la criminalización de la protesta social.
Miles de personas salieron a las calles para exigir que el presupuesto millonario se destinará para atender problemáticas de la población en temas como salud o educación, además denunciaban desplazamientos forzados y corrupción.
La respuesta del gobierno fue la represión y persecución de manifestantes.
En entrevista para Radio Ambulante, Juliana Barbassa periodista brasileña señaló que hubo miles de familias desplazadas, lo que generó una organización inédita en las comunidades que se resistieron al poder del gobierno y al dinero de las constructoras.
Sin embargo, de acuerdo con el Comité Popular del Mundial y los Juegos Olímpicos, alrededor de 10,942 familias fueron desplazadas.
Incluso las autoridades municipales en algunos municipios y barrios de Brasil como Vargem Grande do Sul, Jacarepaguá, Curicica, Centro y Maracaná, facilitaron la eliminación de vivienda accesible, para construir en su lugar estacionamientos, complejos de lujo, obras de equipamiento deportivo, áreas turísticas, entre otras.
En ambos casos los procesos de mejora o “embellecimiento” de la infraestructura, servicios y espacios de la ciudad han estado acompañados de procesos de violencia y violaciones a derechos humanos en contra no solo de quienes señalan y exigen rendición de cuentas sino de personas o poblaciones que habitan la calle o habitan espacios de interés para el gobierno u otros sectores de poder.
Estas experiencias internacionales deben servirnos como advertencia.
El “embellecimiento” también se manifiesta en intervenciones, como pintar fachadas en barrios o colonias. Pero estas acciones no generan un cambio sostenible en la vida comunitaria: lxs vecinxs siguen enfrentándose a la falta de servicios públicos, a la inseguridad y a los retos en la movilidad.
Este tipo de medidas nos muestra que, más allá de los casos internacionales, en Nuevo León también se apuesta por soluciones rápidas que no atienden la raíz de los problemas urbanos. Y estas soluciones vienen desde todos los niveles de gobierno.
Aunque el debate no está en sí rehabilitar parques, modernizar espacios públicos, o intervenir colonias o barrios, es importante contextualizar la realidad local.
El problema es que estas acciones se hagan bajo una visión reduccionista, asistencialista y meramente política, sin planes permanentes de mantenimiento ni una estrategia integral para atender las necesidades de quienes habitan la ciudad más allá de un evento deportivo.
“Embellecer” no puede ser sinónimo de desplazamiento, de tapar con pintura décadas de abandono o de usar el concreto para ocultar la desigualdad.
Más preocupante aún es que, mientras se destinan miles de millones de pesos para proyectos que buscan “lucir” la ciudad ante lxs visitantes, se dejan de lado discusiones urgentes: ¿cómo garantizar que los recursos públicos se ejerzan con transparencia? ¿cómo asegurar que la inversión en infraestructura no se limite a los alrededores del estadio y corredores turísticos? ¿Cómo evitar que el Mundial profundice la especulación inmobiliaria y los desplazamientos forzados en barrios de nuestra ciudad?
El Mundial pasará, pero la población se quedará. Si los fondos públicos solo se concentran en maquillar la ciudad, habremos perdido la oportunidad de impulsar políticas públicas con visión de futuro: vivienda accesible, movilidad sostenible, servicios de calidad y espacios públicos que no solo sean vitrinas, sino entornos dignos para habitar y transitar.
“Embellecer” no debería ser expulsar, invisibilizar o disfrazar a quienes estorban en la foto, sino construir una ciudad justa que reconozca y respete a todas las personas que la habitan.
LINKS / FUENTES:
- Radio Ambulante, entrevista Juliana Barbassa
- Megaeventos y violaciones de Derechos Humanos en Río de Janeiro