Por Pablo García
Esta semana todos estuvimos muy al pendiente de la toma de posesión de Donald Trump y su camarilla, en su primer día pareció dispuesto a llegar a cumplir todas sus promesas firmando órdenes ejecutivas como si fueran autógrafos en una presentación ante sus fans.
Desde el punto de vista democrático no hay nada criticable en la administración Trump, el poder se lo dió el pueblo en las urnas que votó justamente porque el sistema económico estadounidense está en un lugar muy complicado, los políticos comprenden perfectamente que las crisis son su oportunidad de hacerse del poder y que es mucho más efectivo hacer propaganda y campañas que gobernar y resolver los problemas del país.
Ojalá nunca veamos que eso sucede en nuestro país (cof cof cof).
En el acto de ayer hay mucho que cuestionar desde lo político y lo económico, pero una cosa debe quedar claras: no se puede gobernar con puras órdenes y decretos. Para Trump toda esa firmadera no es más que otro acto performático de campaña y propaganda.
Trump firma decretos porque no sabe gobernar, para él eso es cumplir sus promesas a esa mayoría que lo votó angustiada por la economía americana y también a su base dura de voto racista, homófobo, xenófobo, totalitario e intervencionista que se alegra hasta las lágrimas de ver un saludo nazi en el estrado pero después pasa horas en línea tratando de convencernos que no son nazis.
En respuesta tenemos reuniones de gabinete mexicano y lo que se interpreta como una postura tranquila y firme de parte de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum que me parece muy correcta, al bullying no se le responde ni con lágrimas ni con bravatas.
Claro, algunas de las acusaciones que vienen desde el norte son no solo fuertes sino además ciertas, no se ha controlado la violencia causada por el narco en México, por ejemplo.
Queda claro que mucha de esa responsabilidad viene allá, ellos ponen los dólares y las armas y nosotros los muertos, eso ha sido cierto siempre.
Por eso hoy quiero hablar específicamente la designación de los cárteles de las drogas como terroristas, pues lleva a Smith&Wesson, Ruger y Colt a ser compañías que ayudan al terrorismo ya que está demostrada su participación en el tráfico de armas a los cárteles.
Justo esa demanda que les puso Ebrard y que muchos dijeron que era absurda sienta precedente de la participación de estas compañías en lo que ahora son actos terroristas. Quisiera saber qué hará ahora la administración Trump con los fabricantes nacionales de armas que ayudan al terrorismo, a quienes por su firma están obligados a aplicar auditorías y sanciones…
¿Será que Marcelo algo se olía?