ÁGORA
Por Ana Villarreal Anzaldo
La pandemia por COVID-19 ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestras vidas cotidianas y la importancia de crear sociedades más resilientes y sostenibles. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al 31 de marzo de 2021 habían fallecido 2.7 millones de personas por COVID-19. Sin embargo, a su sombra acecha otra pandemia silenciosa: los incidentes viales.
La OMS estima que en el mundo anualmente fallecen 1.35 millones de personas como resultado de éstos. En México, los siniestros viales representan la séptima causa de muerte a nivel nacional; son la segunda causa de muerte en menores de nueve años y jóvenes de 15 a 35 años.
Nuevo León es la entidad donde ocurren más siniestros viales. En 2019 registró el 21 % de los hechos reportados en el país, en los cuales fallecieron 578 personas y 5903 resultaron lesionadas. Estas muertes y lesiones representan pérdidas inaceptables, que pueden ser prevenidas mediante mejoras a la gestión de la seguridad vial, el diseño vial, la regulación y aplicación de la ley y la cultura de la movilidad.
Éste es el enfoque integral que impulsa la Visión Cero, la cual parte del entendido de que las personas cometemos errores, por lo que las autoridades deben construir un sistema seguro que prevenga siniestros y minimice su severidad.
Un buen punto de partida es la implementación de estrategias de Visión Cero para la Juventud, las cuales buscan mejorar la seguridad de las niñas y los niños en sus trayectos cotidianos (especialmente los viajes escolares). Estas acciones enfocadas en la juventud tienen impactos positivos en poblaciones de todas las edades y pueden impulsar transformaciones más amplias en pro de la seguridad vial.
En el contexto post-COVID-19, este enfoque cobra mayor importancia, pues la pandemia ha modificado los patrones de movilidad. Las medidas de confinamiento han reducido el número de viajes y, por tanto, la afluencia vehicular.
El impacto de esto en la seguridad vial aún no es del todo claro, pero datos preliminares reportados por varias ciudades europeas y mexicanas apuntan a que, aunque hubo una reducción en números absolutos de incidentes viales, éstos son más severos, lo que pudiera deberse a mayores velocidades de conducción por una menor afluencia vehicular.
Se necesita más evidencia para concluir si este es el caso en la zona metropolitana de Monterrey, pero un análisis preliminar de los datos publicados por el municipio de Monterrey, comparando el segundo trimestre de 2019 con el de 2020, indica que, aunque hubo una reducción del 41.6 % en el número de incidentes viales, el número de personas lesionadas aumentó un 36.9 % y el número de muertes se triplicó.
Se debe remarcar que estas muertes y lesiones son prevenibles y representan altos costos que afectan a las personas, sus familias y comunidades. Es por esto que mejorar la seguridad vial debe ser una acción integral de cualquier estrategia de reapertura, especialmente en lo que respecta a las personas usuarias más vulnerables.
Por un lado: las niñas, los niños, las personas adultas mayores y las personas con discapacidad; por el otro, las personas que andan a pie, en bicicleta y en motocicleta, quienes se ven involucrados en seis de cada 10 incidentes viales.
Con una inversión y gestión adecuadas, es posible reducir significativamente el número de muertes y lesiones por siniestros viales. Nuevo León se encuentra bien posicionado para abordar esta problemática.
El Plan Estratégico 2030 incluye varias metas para mejorar la seguridad vial, pero su implementación requiere de la actuación coordinada de diferentes órdenes de Gobierno y sectores de la sociedad, especialmente en el área metropolitana, para lograr un cambio sustancial en la seguridad de todas las personas, incluyendo las más jóvenes.