Así la Vida
Por Cesia Escobar*
Hace casi un mes pasó algo increíble en mi ciudad. Caminamos.
Varias personas, de distintos lugares y realidades, nos encontramos en el centro de Monterrey para observar, conversar y ocupar el espacio público con algo tan “sencillo” y poderoso como nuestras reflexiones sobre el desplazamiento y la gentrificación, y para darnos cuenta de que estos temas y problemáticas están presentes en muchas más personas de las que imaginamos.
Por eso, la importancia de un espacio para encontrarnos.

La caminata se dio en el marco de la Semana de la Movilidad, y se convocó desde los proyectos de @masciudad y @paandurata, como una invitación a mirar de frente lo que está pasando en el centro de Monterrey, y tejer una narrativa colectiva que visibilice los costos del “desarrollo” inmobiliario.
Una invitación para recorrer las calles donde, entre edificios, infraestructura pública en mal estado y abandono, se levantan proyectos inmobiliarios que más que hogares son monumentos a la especulación, monumentos que representan una idea errónea de la vivienda: la que la ve como un negocio y no como un derecho.
De acuerdo con la Cartografía del Despojo: Gentrificación en Monterrey de MAS Ciudad, en el primer cuadro de la ciudad hay más de 25 proyectos inmobiliarios construidos, en construcción o proyectados.
El precio promedio de venta es de 3.5 millones de pesos, y las rentas superan los 15 mil pesos mensuales, mientras que el ingreso promedio mensual de una persona en Nuevo León es de $9,300.
Este contraste refleja la desigualdad de la ciudad, una en donde no se asegura la cercanía, la dignidad urbana o los servicios a menos que se puedan pagar.
Durante la caminata, más de 60 personas nos detuvimos frente a estas construcciones, no solo para mirar, sino para pensar juntas.
Nos preguntamos qué historias estaban siendo desplazadas, quiénes podían vivir ahí, y cómo se transforma el significado de “habitar” cuando los hogares se convierten en inversiones, cuando se privatizan las vistas, espacios y servicios, y cuando se borra la historia y memoria de vecinxs.
Cerramos esta conversación con la lectura del Pliego Petitorio en voz de una de las asistentes, con solicitudes concretas como la regulación del uso de plataformas de alojamiento temporal como AirBnb, la recuperación de vivienda en abandono, una política de conservación y restauración arquitectónica, y la cancelación inmediata de proyectos que afectan los ecosistemas y los barrios.
Fue un acto simbólico y profundo, leerlo en voz alta y en colectivo también fue reclamar nuestro derecho a una ciudad para nosotrxs.
En conjunto con los colectivos Nodo de Vivienda Nuevo León, Alianza de Usuarixs e Ixtle Cooperativa, reflexionamos que vivir lejos, como resultado de ver la vivienda como negocio, significa gastar más, descansar menos y tener menos tiempo libre para el ocio, que las decisiones urbanas no son neutras, y que detrás de cada edificio nuevo también hay calles congestionadas, trayectos más largos y vidas reorganizadas alrededor de una ciudad desigual y donde predomina la escala desproporcionada para inversión.
Que los procesos de gentrificación y despojo tienen patrones, donde se involucran las autoridades, grupos empresariales, plataformas de hospedaje, y poblaciones con mayor poder adquisitivo.
Esta caminata fue posible gracias a la suma de esfuerzos, energías y recursos de muchas personas: quienes convocaron, quienes caminaron, y también artistas que colaboraron con la creación de los recursos, bitácora y stickers, que se usaron durante el recorrido.
Cada aporte, desde el diseño hasta la palabra, ayudó a construir una experiencia colectiva cargada de sentido, cariño y mucha creatividad.
¡Gracias @estado.em , @camipokes y @tankez77 por su arte protesta!
Caminamos despacio, con curiosidad, con preguntas, con una mezcla de tristeza y esperanza. Porque aunque duele ver cómo la ciudad se aleja de quienes la hacen posible, también reconforta sabernos acompañadxs, sabernos parte de una comunidad que observa, cuestiona y propone.
Caminar fue un acto de resistencia, de creatividad y de colectividad. Una forma de reclamar nuestro derecho a mirar, a estar, a ocupar y a imaginar otras maneras de vivir la ciudad, y de proponer desde nuestras experiencias como nos gustaría que estuviera diseñada y construida.
Porque sí, como todo lo cotidiano, caminar es un acto político, un acto de ternura colectiva, en una ciudad hostil y violenta. Caminar, hacerlo juntxs, es hacer frente a una ciudad que a veces parece no tener espacio para nosotrxs. Fue un recordatorio de que la ciudad también se construye a través de los pasos de quienes la habitamos: con pausas, reflexiones y encuentros.
Nos hizo recordar que el “desarrollo” no empieza con planos, maquinaria y concreto, sino con las ideas de la comunidad, el diálogo de sus habitantes y ¿por qué no? la ternura de quienes imaginamos mejores espacios.
Gracias a todas las personas que se animaron a caminar con otras personas que tal vez no conocían.
*Cesia Escobar (@paandurata), es politóloga con experiencia en procesos participativos para la incidencia. Su trabajo se centra en la defensa del territorio, la construcción de entornos justos y en la colaboración en temas de movilidad, seguridad, derecho a la ciudad y justicia social. Tiene un proyecto independiente y autogestivo de creación de contenido político con perspectiva de clase y de género que se difunde en redes sociales. Para ella escribir, como acto cotidiano, es resistencia y revolución, desde las ideas y narrativas.
