Por José Juan Garza
Nos encontramos nuevamente en un punto de inflexión histórico, donde el contexto sociopolítico y global ven la balanza inclinada hacia una tendencia claramente conservadora y heteronormativa, acompañada de un discurso hegemónico y ultracapitalista, donde se exacerba el consumo, la segregación y la ilusión de superioridad, más allá del entendimiento y la integración sociopolítica.
Este tipo de cambios u oleadas afectan principalmente a los grupos minoritarios, los cuales regularmente se convierten en objetivos como parte de una estrategia que articula y refuerza el discurso hegemónico.
Debido a lo anterior, estos mecanismos que operan en la hegemonía nos atraviesan a las disidencias sexogenéricas o personas de la diversidad sexual todos los días, y basándonos en el clima global actual es necesario expresar y poner en práctica políticas de resiliencia para afrontar este contexto.
En esta situación, a las personas de la diversidad sexual se nos violenta por estar fuera de la heteronormatividad, donde estas violencias se agravan por la interseccionalidad, los dispositivos de control capitalistas y la normalización de las prácticas homofóbicas (Monroy, 2016).
Asimismo, de acuerdo con el modelo de estrés social, las personas que pertenecemos a categorías sociales estigmatizadas experimentamos mayor estrés y eventos vitales negativos en virtud de la condición de minoría.
El estrés deriva tanto de expresiones de violencia y de acoso, hasta comentarios y comportamientos más sutiles, que suceden diariamente y a lo largo de la vida (Figueroa et al., 2020, como se menciona en Díaz, 2021).
Desde la psicología, se han presentado una variedad de enfoques que tratan de describir cómo los individuos le hacemos frente a las dificultades de la vida. Por un lado, tenemos a las perspectivas humanistas, que ven a las personas como responsables de sus propios actos, y por el otro encontramos dentro de las corrientes positivistas un acercamiento explicativo a este fenómeno en las llamadas estrategias de afrontamiento (Monroy, 2016).
Un concepto que se encuentra muy ligado al afrontamiento es la resiliencia. Grotberg (2006) la define como la capacidad de los seres humanos para afrontar las adversidades de la vida, transformarse y aprender de ellas.
En la resiliencia, a diferencia del afrontamiento, encontramos la capacidad de salir fortalecidos, e incluso con más recursos de los que se tenían previamente (Walsh, 2006, como se menciona en Monroy, 2016).
Las políticas de resiliencia y las estrategias de afrontamiento aparecen desde las relaciones de poder, es decir desde la articulación de las fuerzas que dan paso a las hegemonías sociales y a la institucionalización de los aparatos estatales que se legitiman desde los discursos de control.
En este sentido, las políticas de resiliencia tienen el objetivo de construir una habilidad de generar los propios recursos psicosociales que le permiten a las personas afrontar las adversidades y paralelamente formar un sentido de fortaleza (Monroy, 2016).
Por otra parte, los conceptos de resiliencia y de bienestar, se relacionan con el grado de transparencia y apertura respecto a la identidad LGBTIQ+ (outness), el grado de comodidad con la propia identidad (autenticidad) y la estrategia de ocultamiento (concealment) (Díaz, 2021).
En este sentido la apertura y el ocultamiento son estrategias o políticas diferentes, que tienen un efecto directo sobre la autenticidad de las personas, sacrificando muchas veces su vivencia personal. Y en definitiva conforme a la investigación y el entendimiento sociocultural de las disidencias sexuales se puede entender que la autenticidad y la apertura son a la larga una política que lleva al bienestar, sin embargo como cualquier decisión personal la experiencia es propia.
En esta ocasión, cuando hablamos de resistencia, cuando hablamos de resiliencia, no lo hacemos desde la posición de pasividad, sino como una ruptura del tejido institucional de sujeción, con la intención de deconstruir las relaciones de poder y las formaciones hegemónicas, que se traducen en encadenamientos socioculturales (Monroy, 2016).
Conforme a lo anterior, otras políticas de resiliencia son reivindicar los términos despectivos y reapropiarlos, permitiendo la resignificación, como también la conformación de redes de apoyo y solidaridad, donde estas acciones se exploran y realizan en lo político, pero también como producto de la acción colectiva, conforme a la noción de comunidad (Monroy, 2016).
Definitivamente, esta sinergia política y colectiva dentro de la diversidad sexual es un paso para afrontar la discriminación dentro de las resistencias, con el objetivo de confeccionar una red de resistencias que tengan por intención la estructuración de la transformación personal y colectiva mediante un proceso profundo de empoderamiento, tal vez esta es una de las maneras de enfrentar el presente y para superar el futuro con todo lo que venga, sin un solo paso hacia atrás.
Referencias
- Díaz, A. (2021). Resiliencia en el colectivo LGBT. Facultad de Psicología y Logopedia. Universidad de La Laguna.
- Monroy, N. (2016). Políticas de resiliencia: tácticas de supervivencia y transformación en contextos homofóbicos. Encuentro Nacional Universitario e Interdisciplinario sobre Género y Sexualidad. Escuela Nacional de Antropología e Historia.