Por Pablo Pérez
Está en boca de todos el caso del joven que tiró a un bebe recién nacido en Tultitlán, es un caso terrible, horroroso, pero me parece más horroroso el tratamiento que le damos todos, desde medios hasta público en general.
No es nuevo, pasa cada… pinche… vez… que hay un caso de violencia extremadamente mediático que involucra jóvenes, pasó con Debanhi Escobar, con Fofo Márquez, con Diego Santoy… los medios y las redes se vuelven un tribunal público en el que se discuten a todas horas los detalles más oscuros y retorcidos de cada caso.
Los crímenes violentos y el morbo que nos causan no es nada nuevo, tampoco lo es la manera en la que nos convertimos en un jurado popular desde nuestra ignorancia del caso seguros siempre que nosotros no habríamos permitido que pasara algo así, desde el crimen de la casa de Aramberri hasta el bebé de Tultitlán pasando por la niña Paulette.
Y no faltan las voces conservadoras diciendo: “Es culpa de los videojuegos”, “La juventud ya no tiene valores” o “Eso pasa por tanta libertad que tienen ahora”.
Me molesta porque por unos días los titulares y las charlas de oficina se deshacen en esta serie de afirmaciones en las que todos tenemos la superioridad moral y con un caso, diagnosticar el estado de la sociedad.
Me molesta porque, como pasó en el caso Debanhi, mucha gente prefiere criticar la vida sexual de una jovencita en vez de asomarse al número de víctimas de desaparición y feminicidio.
Me molesta porque en el caso del bebé de Tultitlán mucha gente dice “eso pasa porque se permite el aborto” y seguro son las mismas personas que hacen manifestaciones para prohibir la educación sexual.
Me molesta porque en un país de casi 130 millones de personas se da un caso extraordinario y nos quieren hacer creer que esa anomalía es de algún modo una tendencia, una moda, la nueva normalidad…
Mucha de la culpa es de los medios que están a la caza de clicks y a cambio de eso están buscando el titular más descarnado, la opinión más escandalosa, la sección de comentarios con los juicios más terribles.
Como periodistas nos tenemos que detener cada vez ante una noticia así, como ante cualquier noticia, y pensar muy bien si estamos dando un titular que solo sirve para que la gente eche a andar su máquina de criticar y sentirse superiores o si tenemos la oportunidad de con nuestro trabajo invitar a que la gente piense más y critique menos.
