- Cuando, en 2023, el gobierno de Nuevo León anunció el desmonte del río para evitar que una inundación pudiera arrasar Monterrey, surgió un movimiento para defenderlo. La unión y la organización de la ciudadanía logró que las autoridades dieran marcha atrás al proyecto y que se cancelara la construcción de un viaducto elevado sobre su cauce
Por Mely Arellano*
Una niña de gorra y pantalones rosa está concentrada en construir una torre de piedras lisas y grises sobre el lecho seco del río Santa Catarina, en Monterrey, Nuevo León; a su alrededor, un grupo de personas observa el pequeño caudal que corre a unos pasos.
“Es un lugar en donde puedes estar contigo mismo. Te llena de energía”, dice Zuleyma Rincón, Zule, abogada ambiental, a quien caminar por el río le brinda paz, armonía. Ese espacio le permite huir del calor del asfalto y el ruido de los autos.
Una calma que sorprende a quienes visitan por primera vez el río esta mañana de domingo de agosto de 2024: ignoraban que en medio de Monterrey —cuya área metropolitana es la segunda más poblada del país—, y flanqueado por dos transitadas y rápidas avenidas —Constitución y Morones Prieto—, existía este paraíso.
Debido a que la mayor parte del tiempo está seco, el Santa Catarina ha sido, para los diferentes gobiernos estatales, un enorme terreno baldío; por eso, desde 1954 lo han usado para todo aquello que no es: desde mercado y pista para carreras de caballos o go-karts, hasta parque deportivo y ciclovía, aunque cada cierto tiempo, en época de huracanes, la corriente arrasa con todo.
Pero hoy el río es quietud, y ahora la niña de la gorra rosa sostiene, maravillada, lo que parece ser un sapo nebuloso, una de las más de 800 especies de animales, como el tlacuache, la mariposa monarca y el castor americano, y casi un centenar de tipos de árboles y plantas, como el sauce negro y las campanillas moradas, que forman parte de su ecosistema.
Las casi cincuenta personas que caminan por su cauce participan en una actividad convocada por el movimiento Un Río en el Río, que busca involucrar a los habitantes de Monterrey con la biodiversidad del Santa Catarina, para defenderlo de una inminente amenaza.
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Surge el movimiento
Esta historia empezó en julio de 2023, cuando el gobierno de Nuevo León y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) anunciaron que retirarían la vegetación en 24 kilómetros del río, desde el municipio de San Pedro Garza García hasta el de Guadalupe. La razón: el riesgo de una inundación sin precedentes en Monterrey en caso de que se presentara “un huracán o una depresión tropical”, pues la acumulación de la maleza —aseguraban— causaría el desbordamiento del Santa Catarina.
Durante la rueda de prensa, el gobierno encabezado por Samuel García difundió un video que simulaba una inundación apocalíptica, donde las aguas llegaban hasta los dos metros de altura y cubrían las casas. Según las autoridades, “hay tantos árboles que el río perdió la afluencia del agua en un 90 por ciento”, por lo que debían retirar “vegetación selectiva”.
Un día después del anuncio, a los teléfonos celulares de Eduardo Damián, Lalo, arquitecto y activista ambiental, y de Antonio Hernández, Toño, biólogo y ambientalista, no paraban de llegar las notificaciones.
“Empezamos a hablar por WhatsApp para reunirnos urgentemente”, recuerda Lalo. Debían actuar rápido, pues las máquinas ya habían comenzado a retirar la vegetación del cauce.
De mensaje en mensaje, Lalo, Toño y otros activistas y ciudadanos preocupados por lo que consideraban un ecocidio acordaron reunirse el 9 de julio, dos días después de que comenzó la deforestación. Así, en medio de la urgencia, nació Un Río en el Río.
Coincidieron en el movimiento personas de diversas profesiones, algunas ya con experiencia en el activismo o veteranas de otras luchas en defensa de la naturaleza, lo que permitió que se entendieran fácilmente, cuenta Andrea Villarreal, Andy, fotógrafa y cineasta.
Mientras unos se manifestaban en las calles, o diseñaban una estrategia legal para combatir las acciones del gobierno, otros difundían información en redes sociales, lo que se convirtió en la vía ideal para crear una comunidad y llevar su mensaje más lejos.
Un espacio codiciado
Desde la fundación de Monterrey en 1596, las crecidas del Santa Catarina en época de huracanes han provocado devastación en distintas zonas de la ciudad, por lo que el gobierno emprendió su canalización: le puso paredes de concreto que redujeron su anchura natural. La obra, inaugurada en 1952, debía evitar futuros desbordamientos, pero no funcionó.
Lo que sí lograron las autoridades con esos trabajos fue ganarle terrenos al río, que inicialmente estaban pensados para ser áreas verdes, pero ahora están habitados, explica Toño, el ambientalista. Y la zona se convirtió en un “espacio codiciado por los intereses inmobiliarios”.
El paso de dos huracanes: Gilberto, en 1988, y Álex, en 2010, que dejaron decenas de víctimas y miles de personas damnificadas, despertaron nuevos temores en la población. Al invocar el miedo a una posible inundación, las autoridades pretendían garantizar el apoyo social a la deforestación del río.
Pero había quienes recordaban que, después del paso de un huracán, el Santa Catarina siempre reverdece. Fue el caso de Zule.
“La comunidad regia está cansada de ver todo gris, todo cemento; cuando fue el huracán Álex, después de eso, el río fue vida. Era algo muy bello. Entonces, cuando lo querían remover [deforestar], o sea, ¿por qué?”, se preguntó Zule, y esa duda la llevó a integrarse a Un Río en el Río.
Pero las autoridades les llevaban ventaja. El 11 de julio, cuando los integrantes del movimiento llegaron al Santa Catarina para hacer una valla humana e impedir que continuara la destrucción, las máquinas ya habían arrancado casi dos kilómetros de árboles.
Para Lalo fue devastador. “Era muy triste ver ahí los árboles caídos”, recuerda, “ver las marcas de las excavadoras ahí en el río, como cicatrices”.
El área de difusión se concentró en viralizar el mensaje del movimiento en redes sociales, pues esa es la principal vía de comunicación del gobernador, y desde ahí convocó a otros colectivos, artistas, influencers y a la población en general a unirse a las actividades de resistencia. También etiquetaba a políticos, dependencias estatales y federales y, por supuesto, a García. Dejaron de ser unas cuantas voces para convertirse en un megáfono, que llamó la atención de los medios de comunicación locales.
En solo un par de días, más de 30 colectivos apoyaban al movimiento: ciclistas, urbanistas, ambientalistas, científicos, todos de Nuevo León, se sumaron desde sus áreas de conocimiento e influencia; algunos participaban en las actividades presenciales, pero sobre todo replicaban el contenido digital.
Esa presión hizo que, el 12 de julio, García ordenara el retiro de las excavadoras, pero Un Río en el Río sabía que no era suficiente. A la movilización ciudadana sumaron un amparo para frenar el desmonte del Santa Catarina —que un tribunal colegiado falló a su favor el 2 de agosto—, y la solicitud de la primera audiencia pública en la historia del estado. Buscaban encarar a las autoridades que querían destruir el río.
“Destapan” viaducto elevado
La audiencia del 28 de julio, en el LABNL Lab Cultural Ciudadano, estaba a reventar. Llegaron más de 100 personas y tuvieron que adecuar otra área. Los representantes ciudadanos comenzaron por demostrar que, contrario a la versión oficial, la vegetación es una barrera natural contra las inundaciones, un sistema de defensa que funciona como un “amortiguador contra la fuerza del agua cuando recorre el cauce del río”, como han señalado investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Llevaban además un as bajo la manga. Zule, la abogada ambiental, presentó un documento que evidenciaba la intención del gobierno estatal de construir un viaducto elevado de cuota sobre el río Santa Catarina, la verdadera razón por la cual querían deforestar la zona. Era un proyecto hasta entonces desconocido, que las autoridades ya no pudieron negar.
“Dices que se va a inundar, que por eso hay que deforestar, pero por otro lado metes obra gris, cemento, concreto en el río”, reclamó Zule a uno de los funcionarios, en medio de los aplausos de la gente.
La audiencia fue un triunfo para el movimiento, que salió con el compromiso gubernamental de declarar al río como Área Natural Protegida (ANP), lo que aún no ha ocurrido. El 8 de junio de 2025, el Periódico Oficial del estado publicó un acuerdo para que el Santa Catarina sea reconocido como santuario biológico —una de las categorías de ANP—, pero no existen todavía avances concretos.
Cinco días después, el 13 de junio, el gobierno estatal desistió formalmente de la construcción del viaducto, luego de que Un Río en el Río reuniera más de 6 mil firmas en contra del proyecto.
La lucha no está ganada, y el movimiento no se ha quedado quieto. Actualmente realizan el Festival del Río cada año, para estrechar los lazos entre la comunidad e impulsar el reconocimiento del Santa Catarina como parte del territorio y la identidad cultural de Monterrey. También lanzaron el programa Guardianes de la Cuenca, para formar a más gente en la defensa del río.
“Un Río en el Río ya no somos las mismas personas y eso me emociona un montón”, dice Andy, la encargada de la estrategia de comunicación y redes sociales, que ya suman 25 mil seguidores.
Y, por supuesto, cada mes organizan las visitas de Conecta con el Río, para que los habitantes de la ciudad recorran su cauce y se sorprendan con el paraíso que está bajo sus pies, como les pasó a Zule y a la pequeña niña de la gorra rosa.