ÁGORA
Por León Staines Díaz*
Desde muy temprano, la modernidad fue entendida como el dominio de la naturaleza y la mecanización de las actividades humanas. En este escenario no existían consideraciones hacia las áreas verdes, el control de las emisiones contaminantes o la contaminación de los ecosistemas.
Al contrario, el humo era visto como símbolo de progreso, el concreto y el asfalto corporizaban el avance, la velocidad y el movimiento eran distintivos de la bonanza económica. Como humanidad, tuvimos que pasar por enfermedades generalizadas para lograr ciertas regulaciones a las grandes fuentes de contaminación, lo cual no ha sido suficiente para aminorar la problemática descrita.
La modernidad también nos brindó la idea de la especialización de los saberes, es decir, resolver los problemas de manera independiente, esperando que así mejoren los sistemas de forma general. Esto puede tener sentido en una fábrica donde se elaboran productos, pero carece de sustento cuando hablamos de una problemática social, como lo es la gestión de las ciudades.
Durante décadas hemos tratado de ver los temas de nuestra ciudad como si fueran silos independientes, sin tocarse ni relacionarse de ninguna manera. Esta forma de ver la administración de las ciudades ha tenido eco en metrópolis tan complejas como la zona metropolitana de Monterrey (ZMM), donde los problemas comunes por décadas se han tratado, principalmente, en la escala municipal, esperando tener buenos resultados en la metrópoli.
Este acercamiento a la resolución de problemáticas ha resultado en un rotundo fracaso, evidente en los indicadores de calidad de aire, en los cada vez más dilatados tiempos de traslado de la vivienda a los centros laborales o en la escasez de áreas verdes.
Tratar de gestionar el crecimiento y conectividad de las ciudades de manera aislada, en un contexto como el de la ZMM, es anacrónico. Los municipios de la ZMM tienen una relación de interdependencia desde hace décadas, más con las fallidas políticas de vivienda que hicieron crecer la mancha urbana hasta desvanecer los límites de uno a otro.
Es en este punto donde el Plan Estratégico para el Estado de Nuevo León 2015-2030 “Nuevo León Mañana” cobra relevancia, al tener presente la interrelación de los temas metropolitanos, alejados de la simplificación de confundir los temas administrativos independientes de cada municipio con los temas de interconectividad de nuestra urbe. Este documento analiza un acercamiento realista y bien fundamentado de la manera en que estos problemas deben atenderse de forma conjunta por una organización que vaya más allá de las voluntades municipales.
Al igual que una metrópoli formada por varios municipios no puede gestionarse solamente de manera municipal, los problemas mismos no deben analizarse solo desde una perspectiva especializada por la disciplina que los estudia.
En este sentido, la salud de los habitantes de la metrópoli no puede analizarse solo desde la medicina, sino de los elementos de la ciudad que fomentan el sedentarismo o los contaminantes atmosféricos; la calidad del aire no puede sólo analizarse desde la emisión de los contaminantes de las empresas, sino de la manera en que producimos, consumimos y fomentamos ciertas empresas sobre otras; y así por el estilo.
Si la modernidad nos hizo apreciar el valor de la especialización, esta nueva era de análisis, estudios e intervenciones urbanas tendría que estar orientada a enaltecer la multidisciplina, a cuestionar los grupos de expertos monotemáticos y a fomentar el uso de estrategias transversales que se encarguen de crear relaciones de causalidad entre las diversas variables que tienen nuestras ciudades.
El futuro de nuestras ciudades depende en gran medida de que superemos estos retos de manera conjunta, abierta y participativa.
ÁGORA es un espacio de reflexión del Consejo Nuevo León