Por Luis Adrián García / Desde las Aulas *
Se pensaría que cuando se sale del “clóset” las cosas pintarían de rosa, que se podría respirar en paz o que por fin se caminaría con libertad, sin embargo, las acciones más sencillas son las acciones más complicadas para una persona LGBT+ que transita todos los días por las calles de México.
Ejercer tu orientación sexual u identidad de género no debería de ser algo complejo y que requiera sobre pensarse –al menos en los países de primer mundo no lo es– pero nuestro país ha demostrado innumerables veces que sentirse orgulloso y pleno de tu sexualidad es un arma de dos filos, y en muchos casos, mortal.
La situación es alarmante pues en un período de cinco años los crímenes de odio en México se han incrementado en un 212%, esto quiere decir que ni la pandemia del COVID-19 ha logrado transmutarse a un mecanismo de protección para la vulnerabilidad LGBT+.
Pero ¿cómo se podría vivir sin temor cuando la ley no cuenta con un verdadero margen legal hacia estos crímenes? Solamente 13 de los 32 estados de México cuentan con una tipificación al respecto, las reformas a la ley parece que se han congelado con el tiempo y no hay indicios de que sea una situación acongojante para los grupos de poder.
La desinformación es uno de los principales instrumentos de trabajo de la ignorancia, la nula contextualización respecto al tema es un factor que influye en que un crimen de odio sea investigado bajo líneas incorrectas; Jonathan Santos era un estudiante y activista por la diversidad sexual, fue asesinado en el 2020 con un tiro en la cabeza, la fiscalía de Jalisco tenía tres principales líneas para investigar el suceso: pasional, delincuencia y finalmente el odio.
Es inevitable que una persona LGBT+ tenga que sentir que debe de cuidar minuciosamente su forma de ser, de vestir o de comportarse porque existe una incertidumbre sobre lo que habrá afuera, desde una charla trivial con el señor de la tienda que resulta ser mente abierta hasta tener que callar en el uber porque el conductor cuenta chistes homofóbicos.
El miedo y el peligro
Rubén Maza es el presidente de It Gets Better México, una organización que busca compartir testimonios de integrantes de la comunidad que han superado sus propias experiencias de acoso o violencia; durante una charla virtual compartió sus puntos de vista respecto a los prejuicios mexicanos.
El activista afirmó que la religión es uno de los factores que detienen la apertura de la diversidad sexual en México, los grupos anti-derechos suelen estar conformados por miembros de la comunidad y que, desde sus propios puntos de vista basados en dogmas, generan comentarios discriminatorios que se transmiten a las personas más susceptibles, incluso estas ideas permean en las personas que tienen el poder de tomar decisiones para el país.
Sin titubear confirmó que el miedo es un sentimiento latente de la comunidad por el hecho de que ningún miembro está exento de correr peligro, es como una eterna revelación donde no sabes que hará la persona que tienes a tu lado, un abrazo, un golpe, un insulto o un comentario pasivo-agresivo de decepción.
“Nadie absolutamente nadie debería y merece y lo insisto fuertemente: Tener ni miedo, ni culpa, ni vergüenza por ser quien es”, señaló enfáticamente cuando se le cuestionó sobre si un miembro de la comunidad debería de sentir tantas aflicciones negativas.
La catarsis indudablemente es una práctica que puede empoderar a los más violentados; transformar el impacto que nos provee el leer una noticia de un crimen de odio por internet y transformarlo en una búsqueda feroz por justicia, y en unas enormes ganas de ser escuchados.
Maza finalizó comentando que él no podría sentir miedo porque el simple hecho de ser un miembro de la comunidad significa tener la valentía y coraje de dar la cara en unos territorios inseguros y legalmente desabrigados, “sé que hay riesgos, sé que hay peligros, sé que hay situaciones negativas allá afuera, pero miedo no tengo”.
La esperanza y la lucha
Una solicitud de transparencia hacia la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León arrojó que en los últimos cinco años se han realizado 23 denuncias por actos discriminatorios en cuestión de orientación sexual e identidad de género, una cantidad que puede parecer “ligera” pero el problema radica en que no todos se atreven a denunciar o ir con la policía.
Veintidós personas de la comunidad contestaron de manera anónima una encuesta respecto a las experiencias discriminantes que han vivido, cuándo se les cuestionó con quién habían hablado su testimonio de haber sido agredido de alguna forma por su sexualidad, respondieron lo siguiente:
Las personas le tenían más confianza de contarlo a sus amigos que a la policía, en realidad nadie fue a contarlo a la ley.
Los lugares donde habían sido violentados fueron en:
La calle es el lugar dónde no se sabe que esperar de ella, una inminente vía de peligro.
“Una tristeza muy fuerte, de saber que yo podría ser esa persona que ya no va a regresar a casa y que mi madre va tener que llorar a mi cuerpo”, lo comentó un encuestado al expresar lo que sentía cuando leía una noticia de un crimen de odio, la peor parte de un asesinato siempre se la lleva la familia, una madre que tendrá que sufrir la pena de saber que le mataron a uno de sus hijos por ser quien era, una abuela que ya no verá a su nieto o una pareja que perdió al posible amor de su vida.
Estamos en el mes de junio, el mes del arcoíris, el mes que representa que todavía hay trabajo que hacer, que todavía hay cosas por las que luchar y que todavía se requiere de seguir siendo valientes, y porque es lo menos que se puede hacer por las personas que ya no están, y entonces ¿Qué es lo siguiente? Seguir peleando para que la ley tome en serio a una comunidad que sigue siendo dañada, prejuiciada y juzgada para que paulatinamente se pueda sentir segura dentro de su mismo país y entorno porque es lo que todo ser humano merece.
*Luis Adrían García es estudiante de 3er Semestre de la carrera de periodismo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, y colabora en la sección Desde Las Aulas, un espacio dedicado a publicar los trabajos de los futuros periodistas y comunicólogos.