ÁGORA
Por César Rafael Chávez Ortiz
Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer para mejorar las condiciones de vida en las grandes ciudades. Las soluciones que se plantean parecen ser complejas, de largo plazo y, sobre todo, muy caras, para los presupuestos que manejan, al menos las grandes ciudades de México, entre las que se encuentra nuestra metrópoli regiomontana.
La contaminación ambiental en las ciudades está asociada principalmente a la calidad del aire y del agua y al manejo de los residuos. Este ha sido el enfoque convencional desde los años 50 y en México como respuesta a la Conferencia de Estocolmo, de 1972. En la academia este tema empezó a ser discutido al menos una década antes, a raíz de la publicación de Primavera Silenciosa, de Rachel Carson (1962).
En la década de los 70 iniciaron los primeros esfuerzos de política pública orientados a mejorar las condiciones ambientales, al saneamiento de espacios laborales y a mejorar la salud pública asociada a los efectos de la contaminación.
En el área metropolitana de Monterrey (AMM), la actividad ambiental empezó a activarse en los primeros años de la década de los 80. Para entonces, el estado contaba ya con el apoyo académico de expertos de la agenda gris (la relacionada con la contaminación urbana) en la Universidad Autónoma de Nuevo León y en el Tecnológico de Monterrey.
Entre 1986, año del cierre de Fundidora, y 2005, año de la promulgación de la Ley Ambiental de Nuevo León, hubo mucha actividad ambiental en el estado, como la construcción de nuevas plantas industriales con sistemas actualizados de desempeño ambiental, la instalación de la red de monitoreo atmosférico, y diversos proyectos de generación de energías limpias, entre otros proyectos.
Aunque lo anterior ha contribuido a mejorar condiciones ambientales del AMM, es insuficiente debido que en los últimos 30 años se han incrementado los problemas ambientales asociados al desplazamiento de bienes y servicios, mayor contaminación ambiental asociada al transporte, mayores cambios de uso del suelo por el crecimiento urbano, disminución de espacios arbolados, especialmente en las faldas de montañas al sur y sureste del AMM, reducción y pérdida del arbolado urbano y, también importante para entender la evolución de la calidad del aire en el AMM, la modificación de normas y disposiciones asociadas a la medición y a la determinación de contingencias ambientales.
A estos retos añadiremos el del cambio climático, que cada día exige más de los países y las ciudades, que concentran la mayor parte de las actividades económicas, del consumo de combustibles y de degradación ambiental.
Para empezar a cambiar este panorama, es necesario repensar algunos aspectos de la realidad actual a fin de lograr cambios de fondo. Es necesario utilizar mecanismos y herramientas que propicien cambios estructurales, como el Plan Estratégico 2030 “Nuevo León Mañana”, que permiten establecer metas de distintos tipos, las que responden a lo urgente, las que responden a lo importante y las que aseguran cambios en el futuro.
En esa dirección va el Inventario de Emisiones Atmosféricas del AMM, cuyo presentamos recientemente junto con el Gobierno del Estado, al mostrar un panorama más reciente sobre los contaminantes atmosféricos en el AMM.
Los retos de la agenda ambiental en las grandes ciudades son mayúsculos, pero si hay preocupación que se refleje en interés, compromiso y amor a la ciudad, es más factible que los pasos sean en el camino correcto.
ÁGORA es un espacio de reflexión del Consejo Nuevo León
* Egresado de Arquitectura por la Universidad Autónoma de Nuevo León, maestro en Planeación Regional, con énfasis en Planeación Ambiental, por la Universidad de Edimburgo, Reino Unido, y cuenta con estudios de doctorado en Historia Ambiental por la Universidad Iberoamericana. Tiene más de 35 años de experiencia laboral en los sectores público, privado y académico, en los ámbitos nacional e internacional, en planeación y administración ambiental, desarrollo urbano y regional, así como implementación y evaluación de proyectos. Ha sido director ejecutivo de la Comisión de Cooperación Ambiental para América del Norte, consultor para el Banco Mundial y diversas organizaciones y empresas. Actualmente es el director general del Fondo Ambiental Metropolitano de Monterrey.