ÁGORA
Por Roberto Ponce López*
La expansión urbana se refiere al crecimiento espacial excesivo de la ciudad. Es un fenómeno que se asocia a un estilo de vida que favorece el consumo de amplias áreas de espacio vital para diversos usos. Está relacionado con el mercado de la tierra y su regulación, teniendo un aspecto económico positivo y otro negativo en los consumidores y de manera global sobre la ciudad.
En el aspecto positivo, una de las características favorables de la expansión urbana es la amplia oferta de tierra para vivienda y comercios a un precio asequible. Los modelos de economía urbana nos indican que entre más nos alejemos de las zonas con la mayor concentración de empleo, más barata se vuelve la tierra.
En el aspecto negativo, diversos autores han asociado la expansión urbana con problemas que van desde la generación de tráfico, mayor número de kilómetros recorridos en automóvil y, por tanto, mayores emisiones de carbono, obesidad debido a entornos suburbanos poco amigables con el peatón, servicios públicos más costosos, nulo acceso a espacios verdes e incremento de la segregación social y económica, entre otros (Burchell, Downs, McCann, & Mukherji, 2005; Burchell, R. W., 1997; Ewing et al., 2011; Ewing & Hamidi, 2015; Hamidi & Ewing, 2014a, 2014b).
El tema es que existen fallas de mercado en la asignación de la tierra para el desarrollo urbano. Se trata de un mercado imperfecto. Es decir, aun cuando consumidores individuales se beneficien de los precios bajos de la tierra, en el colectivo la ciudad pierde más por los efectos negativos que esto produce. Algunos economistas urbanos se han adentrado en entender y explicar estas fallas de mercado, cuya corrección parece ser la clave para desincentivar el crecimiento de la mancha urbana.
Brueckner (2000) menciona que existen tres principales fallas de mercado que alimentan la expansión urbana. La primera se refiere a una falla que no toma en consideración el valor social del espacio abierto cuando la tierra se convierte a uso urbano.
La segunda tiene que ver con una falla por parte de los viajeros de casa a trabajo para reconocer el costo social del tráfico creado por su uso de la red de transporte vehicular privado. La tercera falla se refiere a los desarrolladores inmobiliarios que no toman en cuenta todos los costos de infraestructura generados por sus proyectos.
De esta forma, si corrigiéramos estas fallas de mercado, la expansión de la mancha urbana sería más costosa de lo que típicamente se asume. La buena noticia es que dichas fallas de mercado son susceptibles de ser corregidas mediante tarifas y regulación.
En el Tecnológico de Monterrey hemos desarrollado un proyecto de investigación sobre un aspecto específico a la tercera falla que menciona Brueckner: estimar el costo de mantenimiento y reposición de los pavimentos en el área metropolitana de Monterrey.
De acuerdo con nuestras estimaciones, las vialidades de Monterrey representan el 25 % del área urbanizada y el 61 % de las vialidades fueron construidas en fecha posterior al año 2000. Esto representará un problema grave en 2050 para las finanzas públicas porque las vialidades terciarias estarán concluyendo su ciclo de vida y deberán ser reemplazadas con cargo al erario.
Es un costo que estamos pasando sobre generaciones futuras por nuestro modelo de crecimiento territorial urbano. Los resultados de la investigación pueden ser consultados en https://expansionurbanamty.mx.
ÁGORA es un espacio de reflexión del Consejo Nuevo León
Doctor en Estudios Urbanos y Planeación por el Massachusetts Institute of Technology. Profesor-investigador en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey. Su línea de investigación son los sistemas de información urbanos para la planeación de políticas de uso de suelo y transporte. Ha colaborado para la Comisión de Desarrollo Sustentable de Consejo Nuevo León.