Por Pablo Pérez
Una de las particularidades de ser reportero es que el día de las elecciones siempre es uno de los días que más trabajo tengo y por eso simplemente no tengo tiempo de votar.
De haber podido lo habría hecho por López Obrador en el 2006, el 2012 y el 2018, y me enoja muchísimo cuando alguien comenta que quienes votaron por él deberían arrepentirse.
No me arrepiento porque quien ha fallado es el gobierno, no mis ideales.
Ahí es donde me mueve mucho la marcha del domingo pasado, en muchas ciudades vimos una gran cantidad de personas salir a las calles para expresar su rechazo a un sistema de gobierno y apoyo a otro.
Lo notable es lo intangible de sus argumentos: temen por el fin de la democracia, por la llegada del comunismo, algunos hablan de la violencia, pero incluso cuando la mencionan se trata de algo abstracto, algo que parece suceder en otro país.
Y no digo que las reformas propuestas no pongan en peligro la democracia de nuestro país, mucho se ha escrito al respecto, pero sí creo que de entre todos los problemas de nuestro país es uno de los más abstractos, uno que parece haber sido creado para instrumentalizar mediáticamente este tipo de campañas que dividen las opiniones de la ciudadanía y les distraen de otros asuntos.
Por eso había tanto poder en las marchas que durante años apoyaron a lo que hoy es la 4T, las demandas fueron siempre mucho más concretas, se hablaba de las cosas que le pasaban a cada quien en su territorio personal, por eso era fácil sentir empatía por quien pedía justicia para las personas desaparecidas, investigación de crímenes de estado, soberanía alimentaria, fin a los privilegios del poder empresarial, alto a las violencias feminicidas que se viven en cada rincón de nuestro territorio, cosas que todos las y los ciudadanos sufrimos ya en carne propia.
Y no hay que irse por la fácil, este gobierno sí ha reducido la pobreza, ha recuperado miles de obras de arte y patrimonio histórico robadas, ha creado una estructura notable con los bancos del bienestar, ha logrado una recaudación tributaria récord y ha mantenido la economía nacional sorprendentemente estable comparada con las naciones más cercanas o similares a la nuestra.
Dónde falla es justamente en esas banderas que convenientemente enarboló y olvidó después, la del cuidado del medio ambiente, la de no permitir las asignaciones directas que benefician a particulares, la de la transparencia, la de la defensa de los Derechos Humanos, la defensa del agua, la pacíficamente de los territorios, investigación del caso Ayotzinapa y los otros miles de desaparecidos, la defensa del territorio, la aplicación de un programa de justicia transicional y sobre todo la de mandar a los militares a sus cuarteles.
Una serie de temas que si la oposición hiciera realmente suyos podría hacerle sentir cercana a la gente, en cambio les pide a sus adherentes que mejor no hablen con los medios, porque cada vez que lo hacen les hacen quedar mal.
Así, nos encaminamos a las elecciones con la perspectiva de votar por dos plataformas políticas, una que ya nos ha demostrado desde hace mucho tiempo que no le importa la mayoría de las problemáticas de la ciudadanía, contra una que nos lo acaba de demostrar.
Y si alguien tuviera una propuesta diferente seguro que votaría por esa persona, porque prefiero decir que me equivoqué buscando algo diferente a que me conformé con el estado de las cosas.
