No se habla de Fake News, no, no , no

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Especial

En el discurso público, en redes sociales, en el cafecito con las amistades…Casi todo el mundo se empeña en referirse a la desinformación como «fake news», a pesar de la constante petición de las y los expertos para que este término no sea usado. Ojo, que sabemos que no es fácil dejar de usar esas dos palabras (a nosotros también nos cuesta) pero queremos compartirte y explicarte porqué debemos dejarla en el olvido.

¿Por qué no nos gusta hablar de fake news?

El concepto de fake news (al que tacharemos de ahora en adelante), toma diversas interpretaciones dependiendo de quién sea el emisor del mensaje; no es lo mismo un político usando la frase para catalogar a un medio de comunicación crítico; que un lector que comparte una información errónea porque se la envío un contacto de confianza, y aun no existe un consenso sobre la definición de este, lo cual influye en que se le den diferentes significados.

De lo que si tenemos certeza es que el término fake news se ha convertido en un arma que políticos y colectivos utilizan para atacarse unos a otros queriendo hacer ver que tienen el patrimonio de la verdad. Este término, además, no explica la complejidad de la situación y genera confusión en los debates políticos y mediáticos.

Además este concepto tampoco define bien el fenómeno: si pensamos en «noticias falsas» nos viene a la mente un formato definido: un artículo, con su titular, su foto y su texto… pero el problema es infinitamente más amplio: memes, fotos, vídeos, audios, páginas que se hacen pasar por medios de comunicación, cadenas, y un largo etcétera… esa es la desinformación a la que estamos expuestos constantemente y cuando hablamos de fake news no la estamos teniendo presente.

El problema va mucho más allá de las páginas webs: está  especialmente en las redes sociales y en las conversaciones de WhatsApp, donde el consumo de la información y de la desinformación se hace en formatos audiovisuales que van desde un vídeo, a un audio pasando por una cadena de texto o una captura, que muchas veces no te remiten a una url sino que se consumen sin contexto, aisladas.

Esto es especialmente peligroso en servicios como WhatsApp, a la que además los verificadores no tenemos acceso directo y dependemos de su colaboración para saber qué desinformación se está viralizando ahí.

Además, como apuntaba Daniel Funke en este artículo de Poynter, según un estudio de la Universidad de Texas a la gente le cuesta más distinguir entre tuits que hablan de historias reales y tuits que hablan de historias falsas si en el texto de esos tuits está el término fake news. Es decir, el término no ayuda a informar o educar.

Mejor hablemos de DESINFORMACIÓN

Porque esto sí define el fenómeno:

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‘Desinformación’ hace referencia no sólo a algo que es pura y enteramentemente falso, sino tanto la información falta de contexto, engañosa o que mezcla verdad con mentiras, como una artículo satírico que a la hora de consumirse si está desligado del contexto hay quien puede tomárselo como real; también incluye a la información que tiene la intención específica de servir a determinados fines mediante la manipulación o la fabricación de contenido falso.

Además, si hablamos de «noticia falsa» nos estamos limitando a un formato definido y tasado: algo que tenga apariencia de noticia, y, como apuntábamos antes, el problema es infinitamente más amplio y viene en múltiples formatos que ninguno llamaríamos noticia, pero que desinforman igual.

Este diagrama de First Draft, un proyecto del Harvard Kennedy School of Government, es una buena definición del ecosistema en el que consumimos la información y la desinformación, que ellos definen como la mezcla del contenido falso y la intención de hacer el mal.

disinformation

La desinformación es, según First Draft, la fabricación o manipulación deliberada de contenido audiovisual incluyendo la creación intencionada de rumores y teorías de la conspiración.

La información errónea (misinformación) es la información que es falsa pero no creada con la intención de causar daño. Un ejemplo de información errónea es que alguien que genuinamente quiere entender un tema y comparte algun dato pues se preocupa por mantener a otras personas seguras y bien. Posteriormente y con la misma intención, otras personas distribuyen esa información. Todos creen que están intercambiando buena información, pero, lamentablemente, no es así. Y según el tipo de información que intercambien, la información errónea puede volverse bastante perniciosa.

Mientras que la información maliciosa (Mal-information) es la información basada en la realidad, pero utilizada para infligir daño a una persona, grupo social, organización o país. Normalmente la información maliciosa es muy usada tanto en procesos electorales como en conflictos armados.

La importancia de las palabras

¡Mucho ojo! Que algo tenga apariencia de un medio (estructura, cabecera, secciones…) o de una noticia (titular y foto) no tiene porque serlo. El formato nos engaña; eso es así. Los ‘malos’ se aprovechan de ello, de que el formato nos confunde.

Nos toca decidir el ‘estatus’ que le damos a cada cosa, qué nombre le damos para referirnos a ellas, cómo las definimos, por eso sugerimos que no hay que llamar ‘medio’ o ‘periódico’ a lo que no lo es, sólo porque lo parezca.

No llamemos ‘noticia falsa’ a algo que nunca tuvo intención de ser noticia.

Si, sabemos que es complicado pero hagamos el esfuerzo para mejorar el ecosistema informativo: Los colegas de Maldita.es aconsejan utilizar ‘contenido’ para referirnos a este tipo de cosas con apariencia de noticia y ‘web’ a secas para lo que no estemos seguros de que sea un medio de comunicación. Y si además ya tenemos comprobado que ese ‘contenido’ es falso, en español tenemos dos palabras maravillosas para referirnos a eso: BULO y PAPARRUCHA

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LINKS/REFERENCIAS

 

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