Por Cesia Escobar*
En Nuevo León, las personas obreras y de la clase trabajadora cada vez viven más lejos de todo. No porque quieran, sino porque la ciudad les obliga a desplazarse, abandonar sus barrios, su historia y comunidad.
Para muchas personas que no pueden pagar una renta en la zona metropolitana, la única opción es mudarse a la periferia. Y aunque esto puede ser más barato, representa un reto en el acceso a servicios básicos, transporte público y seguridad.
En algunos enfoques de la economía, la vivienda se ha reducido a una mercancía. No se reconoce como un derecho, sino como un servicio al que se puede acceder solo si se “merece”, es decir si se puede pagar por ello.
Pero pensar la vivienda sólo como un producto de mercado ignora la profunda desigualdad estructural e histórica en nuestro país. En un contexto en donde el promedio salarial[1], para hombres es de $9,970, y para mujeres $7,950, más de la mitad de la población no tiene ingresos económicos más que para sostener su cuidado básico, incluso con jornadas labores de más de 12 horas ¿Cómo se espera que alguien pueda pagar o rentar una vivienda? ¿Quién entra a este “mercado”?
Muchas de esas condiciones de precariedad en las que vive la población son el resultado de políticas públicas fallidas, de la concentración desigual de la riqueza, de la evasión fiscal de los sectores más ricos del país o de la corrupción que desvía recursos públicos; no de decisiones individuales.
Ante este contexto, se necesitan mecanismos públicos y privados que garanticen condiciones de vida digna, y de esos pilares es el derecho a habitar una vivienda segura, accesible y cercana a los centros educativos, de trabajo y de ocio.
Pero hablar de vivienda no solo es hablar de dónde vivimos, sino de cómo vivimos la ciudad. La crisis de vivienda también es una crisis de movilidad, de planeación urbana y de medioambiente ¡porque todo está conectado!
No se puede hablar de traslados largos, tráfico o contaminación, o falta de transporte público sin hablar de vivienda, sus altos costos y los ingresos de la población. Y no se puede pensar en soluciones reales sin imaginar, diseñar y ejecutar nuevos modelos: viviendas dignas, accesibles, colaborativas y bien ubicadas.
Hoy estas crisis se agravan con proyectos inmobiliarios voraces que están desplazando a familias, comunidades y vecinos, por ejemplo, el centro de Monterrey.
Muchos de los edificios que se levantan en el primer cuadro de la ciudad responden a intereses de inversión y eventos masivos como el Mundial de Fútbol 2026, no a las necesidades de las personas que se quedarán después de los cuatro juegos que recibirá el estado, y que antes de eso habitaban los espacios que ahora son Airbnb o fueron demolidos para construir edificios.
Se construyen torres de departamentos a precios inaccesibles, pensadas para la especulación, no para la vivienda ni para la generación de comunidad vecinal. Edificios que tras el mundial podrían quedarse vacíos, mientras miles de personas seguirán sin poder pagar una renta o acceder a una casa con buena ubicación.
La vivienda dejó de ser un derecho para convertirse en parte del espectáculo.
Acá publicación de MÁS Ciudad
Sin embargo, aún resisten los barrios y las conversaciones en la banqueta. Las casitas de colores, los tianguis y las pocas tiendas de abarrotes. Para mí, esto es poderoso y simbólico frente a los gigantes grises de concreto y al ritmo en el que se mueve el mundo y el sistema económico.
Hablar de esto también es resistir, es cuidar el espacio común, defender el derecho a habitar, a permanecer. Es amar la ciudad desde abajo.
Una ciudad justa no se construye imprimiendo edificios, uno más alto que otro; se construye garantizando derechos. La vivienda no debe ser un privilegio, sino una política pública sostenida por un profundo respeto a quienes la habitan. Porque no se trata solo de construir casas: se trata de construir hogares, comunidad y futuro.
¡Resistan casitas!
LINKS | FUENTES
- [1]Para el rango de 35-44 años de acuerdo con la Secretaría de Economía.
- ¿Hacía dónde nos expandimos? Sistema de Información Urbano Metropolitano
- Salario promedio en Nuevo León – Data México