Con Nosotras
Por Paulina Morán*
No es raro que a alguna persona perteneciente a la clase política se le escuche o sorprenda expresándose de manera machista.
México es un país con un machismo profundamente enraizado que diariamente cobra la vida de 10 u 11 mujeres y que ha ocasionado que la mayoría de nosotras hayamos vivido alguna situación de violencia por familiares, compañeros de trabajo, amigos, parejas, y sí, también por parte de nuestros senadores.
¿Cómo responden los partidos políticos? ¿Qué hacen cuando alguno de sus integrantes, quienes “no son machistas” y “han trabajado mucho por posicionar estos temas”, permite a su verdadero machismo salir a relucir?
En noviembre del 2019, el senador Samuel García hizo alusión a que la diputada Tabita Ortiz “es persignada” y que “se le salió del corral” reforzando la idea de que las mujeres tenemos que seguir la línea que sea que nos marquen.
Tras críticas y reclamos de violencia política contra las mujeres por varias colectivas y la ciudadanía, emitió una disculpa donde aseguraba lo siguiente: ‘’No debí expresarme así cuando mi propio partido ha impulsado la igualdad y la lucha de género tanto en Nuevo León y en el Congreso de la Unión. No voy a ser como otros políticos que dicen que su declaración se sacó de contexto’’. Hubo una disculpa, por lo menos.
En marzo de este año, Samuel García apareció en un live en instagram de Mariana Rodríguez donde respondían preguntas de sus seguidores y seguidoras. Al preguntarles cuánto tiempo tardaron en formalizar su relación, el senador respondió “7 días… facilona, piruja”.
Claro que lo criticamos, claro que exigimos alguna acción por parte del partido del senador, claro que no pasó nada.
La tercera fue la vencida y nuevamente en las redes de Mariana Rodríguez, una transmisión en vivo la mostraba cenando a distancia con Samuel García capturando varias frases machistas por parte del senador: “Súbete la cámara, estás enseñando mucha pierna… ¡Que bajes la pierna! Pues me casé contigo pa’ mí, no pa’ que andes enseñando”. Esta vez, será por el encierro o por el calor, las quejas resonaron mucho más.
Sucede que ya estamos bastante cansadas de siempre sorprendernos con que un diputado o un senador o el presidente de la república emitieron su último comentario misógino de la semana.
La realidad es que nunca nos acostumbramos a que en todos lados se cuestione nuestra condición de personas y que tenemos derechos, empezando por el derecho a gobernar sobre nuestros propios cuerpos y usar la ropa que queramos, sentarnos como queramos y, sí, enseñar la cantidad de pierna que queramos, y que nuestros cuerpos y decisiones sean respetadas.
Pasa que después de tres strikes de un senador, esperamos una respuesta contundente y acciones concretas para evitar que esta situación se repita.
El más interesado en que esto no vuelva a pasar tendría que ser él, ¿no? Sobre todo después de salir con un puntaje bajo en la encuesta más importante a la gubernatura del estado.
Esperamos ver un plan, una estrategia para garantizar que este tipo de situaciones por lo menos están consideradas en las cabezas de los partidos políticos que nos gobiernan.
Preocupan muchas cosas: que la persona que aspira ser “gobernatore” después de por lo menos tres llamadas de atención actúa como si fuera la primera vez. Preocupa que una institución tan relevante como un partido político tenga como única medida de control de crisis mandar comunicados de parte de todas sus figuras clave, sin proponer más que ideas vagas y compromisos sin fecha.
Preocupa (mucho) que sigamos escuchando promesas de ir a cursos, talleres, o escuchar a las mujeres de su mismo partido que muchas veces han puesto el tema sobre la mesa.
Aún peor, que la solución que plantea Samuel sea que sus compañeras “lo inviten”, “le ayuden” a dejar de sentirse cansado por estos “errores de una cultura patriarcal machista que no sabe de dónde salieron”.
Preocupa que quienes se dicen ser opción y se rasgan las vestiduras ante actores de otros partidos que cometen omisiones o violencia de género vean con buenos ojos al personaje que ya nos prometió dos veces que no lo volvería a hacer.
La realidad es que merecemos mucho más que personajes sacados del cuento de Pedro y el lobo. Queremos que sucesos así dejen de considerarse errores y comiencen a tomarse con la seriedad que ameritan.
Merecemos notar que nuestras voces se escuchan y pesan, que dejemos de ser facilitadoras de información que de todos modos no van a leer y que ellos mismos comiencen a diseñar sus propios mecanismos de rendición de cuentas y, más importante, sus propias sanciones.