Ilustración generada con IA
Por Pablo Pérez*
Todo el domingo y las primeras horas de la madrugada, Guatemala vivió uno de los episodios más interesantes y complejos de la vida política reciente en América Latina, el capítulo final en una historia plagada de obstáculos para el recién formado partido Semilla y el presidente electo emanado de él, Bernardo Arévalo.
El lunes lo que estuvo cerca de ser un golpe legislativo, sólo mereció recuadros pequeños en las primeras planas de algunos diarios tradicionales de circulación nacional.
No me sorprende del periodismo de nota internacional en nuestro país, en el que si algo no pasa en Estados Unidos, Francia o Alemania pareciera que no pasa, y si acaso publica noticias de otras latitudes siempre es por guerra, desastre natural o alguna nota de color “muy curiosita”.
Pero ya ni la amuelan. ¡Es nuestro país vecino!
Considero que las noticias internacionales son igualmente importantes como la historia para comprender lo que pasa, con una podemos analizar los hechos y mirarlos a través de la distancia del tiempo, solo que en las noticias internacionales la distancia es geográfica. Pero ambas son una gran herramienta para analizar y comprender lo que pasa frente a nuestras narices en estos tiempos.
Además, ¡la distancia cultural, social y política entre Guatemala y México es mucho más pequeña que entre México y cualquier otro país del mundo! Por mucho que los mexicanos ignoremos, a veces parece que hasta de manera intencional, su actualidad o su historia.
El domingo vimos una serie de maniobras legislativas aprovechando todos las mañas políticas y los recovecos constitucionales para evitar que diputados del partido Semilla asumieran sus cargos y después que siquiera tuvieran alguna responsabilidad en comisiones o en la mesa directiva dentro de la nueva legislatura, la cual sería la encargada de tomar el juramento de Arévalo.
Con eso el poder legislativo, afiliado al hoy expresidente Alejandro Giammatei (acusado de graves actos de corrupción), se sumaba al golpeteo que durante meses aplicó la fiscalía contra el partido del hoy presidente.
Al final, literal hora y media antes de la medianoche, el congreso no pudo evitar que los diputados de Semilla rindieran protesta y formaran parte de la mesa directiva y finalmente Giammatei entregó la presidencia a través de una representante, negándose a participar en el acto de transición de poder en el Teatro Nacional.
Fueron meses durísimos para Guatemala y las últimas horas aún más, la presencia en masa del pueblo en las calles sin duda jugó un papel fundamental, así como el apoyo internacional mayoritario a la alternancia de poder.
Sin embargo hasta el último minuto los representantes del antiguo oficialismo hicieron todo lo posible para no soltar el poder en lo que a todas luces parecía un golpe de estado legislativo.
Aquí es dónde me fijo en la notable tersura con la que la alternancia ha tenido lugar en nuestro país, una alternancia unas veces dictada por el voto popular y otras veces incluso en contra de este. Aquí los señalados de corruptos, entregaron sin problema la banda presidencial.
¿Por qué entonces en Guatemala, el grupo saliente se aferró tanto al poder e intentó de tantas formas que el presidente y gabinete entrante tuvieran las manos atadas en su cuatrienio? Tal vez, solo tal vez, porque en Guatemala sí juzgan y encarcelan a los expresidentes.
