Por Pablo Pérez
Esta semana he estado pensando en el poco tiempo del qué realmente disponemos y cómo es fácil desperdiciarlo en cosas que terminan siendo solo distractores y alejándonos de lo que realmente importa.
Eso pienso cuando escucho los noticieros y leo las primeras páginas, desde el periodismo estamos invirtiendo demasiado tiempo hablando de la reforma judicial, de si renuncian los magistrados, de si algún juzgado intenta interponer un recurso qué será desacatado o no por la presidenta.
¿Y la justicia? Eso no lo estamos discutiendo.
No es posible que llenemos portadas y programas enteros con analistas y representantes de partidos hablando de lo malvados que son sus oponentes y la desaparición de una activista oaxaqueña no ocupe más que un recuadro o unos cuantos segundos del noticiero.
Debería preocuparnos perder el tiempo en discusiones qué solo tienen por objetivo defender políticas partidistas en vez de ocupar ese tiempo y energía en tratar de resolver la vulnerabilidad qué sufren tantas personas ante la violencia, la discriminación y las leyes qué claramente son injustas, incluyendo las qué vienen dentro de la famosa reforma judicial.
El poder no pierde el tiempo, puede hacer pasar una reforma constitucional con mínima discusión o puede lograr que un juez otorgue una suspensión en unos cuantos días.
El interés de la gente puede lograr que taaaaal vez se reforme la ley para reducir a 40 horas semanales la jornada laboral o se despenalice la interrupción del embarazo en algunos estados pero solo después de años de esfuerzo, exigencia social y mucho trabajo para convencer a los que les pagamos el sueldo de que miren hacia nosotros.
El trabajo de los medios es informar, pero no informar acerca de lo que piensan desde las cúpulas del poder sino lo que pasa e interesa a la ciudadanía.
Hablemos entonces de cómo afecta la reforma a los problemas que nos afectan hoy mismo: la violencia en tantos territorios, las dificultades qué enfrentamos para acceder a la justicia desde el primer momento, la fragilidad de nuestro medio ambiente y como grandes capitales siguen aprovechándolo para su beneficio.
No hablemos de si los jueces se designan, se votan o se eligen por volado sino de que no puede haber jueces anónimos porque es indispensable qué por lo menos haya una mínima oportunidad de exigirles rendir cuentas por su trabajo, no hablemos de si la presidenta actúa bien o mal sino de lo peligroso es que busquen más delitos qué ameriten la prisión preventiva, ese mecanismo internacionalmente desacreditado qué tiene presa a tanta gente sin sentencia, sin justicia.
Al hablar de los temas realmente importantes todos los días, incluso en el marco de la reforma judicial, nos daremos cuenta de los problemas urgentes.
Tal vez no podamos convencer al poder de actuar tan rápido como lo hace cuando se trata de defender sus intereses pero podremos convencerle de que si no le pone atención a los nuestros ya no tendrá el respaldo popular qué necesita para justificarse.
Pero nada de eso se logrará si nos compramos la idea de que nos debe importar lo mismo que a ellos, si nos dejamos convencer de perder nuestro tiempo defendiendo sus intereses en vez de los nuestros.