Por José Juan Garza*
La historia de la sexualidad y los estudios sobre el amor han demostrado que los vínculos sexoafectivos construyen sus estructuras en confluencia, negociación y disputa con las normas sociales, económicas y políticas de cada época.
Estas estructuras normativas, plurales y hegemónicas, se encuentran en conflicto y regulan los guiones afectivos socialmente disponibles a los que se sujeta nuestra responsividad emocional (Mattio, 2023; Palumbo, y Felitti, 2023).
Los modelos relacionales sexoafectivos están atravesados por las prescripciones propias de la heteronormatividad, lo cual no ocurre solamente en los vínculos heterosexuales, sino que alcanza a impregnar a muchos tipos de configuraciones relacionales y de vinculación (Oyhantcabal y Recalde, 2023).
Las prácticas sexuales sin amor, el amor sin construcción del deseo, las relaciones sexoafectivas sin formalización legal, sin convivencia, ni descendencia, con o sin monogamia, son alternativas que muchas personas eligen para determinados momentos de sus vidas.
Incluso, desde la denominación “vínculos sexoafectivos”, que se utiliza en las ciencias sociales y en la sexología para representar estas variantes, cada vez se escucha más en la vida cotidiana y el dominio público, y en gran medida este término se usa para dar respuesta a la pregunta del “¿qué somos?” (Palumbo, y Felitti, 2023).
El amor libre como práctica no es algo exclusivo de la actualidad, a pesar de que estas formas de vinculación afectivas han adquirido mayor visibilidad. En este sentido el amor libre se instaura y presenta como una respuesta a las formas más hegemónicas e institucionalizadas de vinculacines sexoafectivas en la sociedad (Vasallo2019; Ferrario, 2020, como se mencionan en Oyhantcabal y Recalde, 2023).
Dentro de este contexto de transformación, se visibilizan formas alternativas de concebir el amor y la vinculación sexoafectiva como en el amor libre. Estas formas se expresan por medio de identidades políticas colectivizadas que se organizan para expresar formas de amar que “se alejan de la posesión, violencia, imposición y jerarquía, elementos que se identifican como propias del sistema amoroso y monogámico hegemónico” (Vasallo, 2019; Esteban, 2020, como se mencionan en Oyhantcabal y Recalde, 2023, p. 81).
Para explorar un poco el concepto de amor libre, este se define como una forma de relacionarse sexoafectivamente de manera honesta y consensuada en la que no se presupone la propiedad de las personas con quienes existe una vinculación, ni de sus sentimientos, acciones o pensamientos.
Dentro de este marco, en el amor libre se identifican una gran variedad de formas relacionales (Oyhantcabal y Recalde, 2023).
Dentro de los esquemas relacionales del amor libre, se ubica el poliamor, el cual expresa la capacidad de amar a varias personas simultáneamente manteniendo con ellas relaciones estables.
Dentro del poliamor, existe por un lado el poliamor autónomo, donde cada persona es libre de elegir y desarrollar las relaciones que desee, y por el otro, el poliamor jerárquico, el cual reconoce la existencia de relaciones con diferencias en función del tiempo y energía que se les imprime.
Asimismo, también existen las relaciones abiertas, las cuales habilitan el establecimiento de vínculos sexuales o sexoafectivos por fuera de la pareja principal (Oyhantcabal y Recalde, 2023).
También, otro esquema es la anarquía relacional, la cual genera vínculos afectivos, sexuales o sexoafectivos que no responde a pactos y acuerdos previos, pero sí parte de la no monogamia ética en la que todas las personas involucradas se encuentran dentro de un consenso (Oyhantcabal y Recalde, 2023).
Por otra parte, también se puede encontrar el monoamor como una posibilidad y un deseo de vincularse solamente con una única persona por el tiempo que ambas personas consideren necesario y deseen.
Este esquema se diferencia de la monogamia en la idea de que una relación monoamorosa surge de una elección libre, consensuada y con una estructura propia de acuerdos negociados. “La monogamia tradicional no se basa en acuerdos sino en una imposición social y moral sobre cómo deben ser los vínculos sexoafectivos” (Oyhantcabal y Recalde, 2023, p. 82).
Finalmente, abordar el tema de vinculaciones sexoafectivas es hablar de honestidad, de consentimiento, y de horizontalidad. Esta práctica de creación de vínculos sexoafectivos se enfoca en una forma de construir y vivir los vínculos a través de la horizontalidad del afecto, como un proyecto que implica una dimensión integral, racional y una decisión consciente en sexualidad.
Referencias
- Mattio, E. (2023). Sentimientos disidentes: notas para una gramática emocional por venir. Revista Tramas y Redes, (5), 229-248.
- Oyhantcabal, L. y Recalde, L. (2023). El desborde de lo erótico. Prácticas BDSM y poliamorosas en Uruguay. Mora (Buenos Aires), 29(1), 6-6.
- Palumbo, M., y Felitti, K. (2023). Sociabilidades eróticas y amorosas en América Latina (Siglo XXI). Mora, 1(29), 45-52.
*Sexólogo educativo en formación, con enfoque en sensiblización, diversidad sexual y atención plena. Su pasión por el activismo en derechos humanos y conocimiento aplicado en materia de la educación de la sexualidad lo llevó a profundizar en el ámbito de la sexología. Es editor de Código Erótico, una plataforma de difusión sobre educación de la sexualidad, diversidad y salud sexual.
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