Por Pablo Pérez
El domingo pasado el país entero estuvo pegado a la pantalla en espera del resultado de un reality show.
¡Sí! ¡Claro que voy a hablar de Wendy Guevara! Hace 20 años habría hecho un gesto de desprecio ante la idea de comentar el resultado de un programa de ese tipo, ahora por suerte ya me vale la presión de “ser serio” y lo disfruto, al igual que millones de mexicanos.
En términos de representación es importantísimo que Wendy, una mujer trans, ex trabajadora sexual y de provincia haya triunfado. Justo por eso al compararla con las demás personas participantes su personaje es más interesante, mucho más que el de quienes ostentan la fama como tarjeta de presentación.
Además, es famosa por mérito propio, su buen humor durante una crisis (¡Estamos perdidas!) la hizo viral una vez, de ahí en adelante puso a trabajar la cámara del celular y nos llenó el timeline de frases que rápidamente se hicieron memes y luego parte de nuestro hablar cotidiano.
Gente mucho más inteligente que yo hizo ya el cálculo de que la hoy ganadora obtuvo más votos que el segundo lugar en las elecciones presidenciales pasadas. La comparación tal vez no es tan desatinada.
Los otros participantes tenían todo a su favor, la belleza hegemónica, años de presencia mediática, algunos incluso provienen de familias del medio del espectáculo o llevan décadas tratando de sacarle jugo a su supuesta fama sin caerle realmente bien a nadie (No voy a decir el nombre de De Nigris pero seguro no soy el único que lo piensa).
Y digo, en este caso sí es facilísimo hacer la analogía con el panorama político (quitando lo de la belleza, en eso la política mexicana si es muy incluyente), todos los que ahora vemos desfilando llevan décadas en el medio, viviendo de una función pública que no nos queda claro cómo ejercen, algunos heredando la carrera de la familia y muchos que ni por error le caen bien a nadie.
La presencia de Wendy en un programa que tenía todo para ser uno de los más aburridos e ignorados, fue una fuerza disruptiva tremenda en un medio que cada vez pierde más audiencia, especialmente entre las generaciones más jóvenes.
Si el programa estaba arreglado o no es lo de menos, lo importante es que logró convencer a la gente de volver a ver canal 5.
Todo por incluir una persona diferente.
Aquí es donde me voy al territorio de lo imaginario. ¿Qué pasaría si las organizaciones políticas incluyeran a alguien totalmente diferente en lugar de los mismos rostros de siempre en los puestos de elección popular? No se trata de esas cuotas, casi limosnas, de representación proporcional, sino de darle entrada a gente realmente nueva, que no se doblegue ante las estructuras tradicionales.
Alguien que se ría de las estructuras del poder y diga “¡Partidos VIEEEEEJJJOOOOS!”.
No es hipótesis, la gente en otros países ya ha demostrado la alta electividad de alguien que se sale del molde. Así llegaron al poder Donald Trump y Nayib Bukele, dos empresarios que prometieron no ser como los demás políticos y lo cumplieron, fueron peores.
Pero también así Uruguay eligió a José Mujica, su mandato dista de haber sido perfecto, pero logró una serie de avances sociales notables en su país.
En todos los ámbitos la gente está cansada de los “famosos” que llevan años ofreciendo lo mismo año tras año, solo nos queda esperar que esas presencias disruptivas que claramente tendrían tanta posibilidad en los años por venir sean tan positivas como la de Wendy.
Pablo Pérez (@paperjourno) es periodista y productor audiovisual, de niño quería ser parte de la tripulación del Capitán Cousteau. Estudió Ingeniería Bioquímica, es ganador de un Premio Nacional de Periodismo que lo usa como tope de puerta, es contador de historias y muy crítico de narrativas engañosas.
