Por: Mario Rodríguez Platas
Isabel -Chabela-, mi bisabuela, fue una mujer que sobrevivió a mi bisabuelo, «chopepe» -como sus cercanos le decían- después de dos años de agonía y ciento dos de existencia. Cuando empecé a pasar algunos veranos con ellos en Pompeya, ese pequeño pueblo a diez kilómetros de Martínez de la Torre, Veracruz, mi abue ya militaba en la secta de los testigos de jehová, después de haber pasado casi toda su vida en la iglesia católica, apostólica, constantiniana y romana, de la que abjuró por no entender por qué los sacerdotes criticaban a las madres solteras y sus hijos «bastardos» si ellos no podían casarse y tener hijos…pero vivir la contradicción de un cura conocido suyo, cuya paternidad no fue obra precisamente del santo espíritu, fue la gota que derramó el vaso y le hizo pensar en cambiar a otra religión.
En ese tiempo no entendí cómo se puede renunciar a algo con lo que se ha comulgado toda la vida, así, sin más.
Pero Chabela, además de las razones anteriores, encontró otras más poderosas que la hicieron sentirse en paz consigo misma y no una traidora a su religión primera.
Supo que se le mentía cuando le dijeron que con solo mostrar arrepentimiento, se le perdonaban todas las ofensas proferidas a sus vecinos, amigos, conocidos, etc. y que con una modica suma se le otorgaban indulgencias plenarias que le servirían como pasaporte directo al paraíso…¡y ahí torció la marrana el rabo!
Creo que fue en esos momentos de confusion en que mi abue conoce a Matiana, esposa de don Nahum, vecinos suyos en Pompeya, y es Matiana quien le dice «doña Chabe, sin nosotros no pueden vivir las religiones, sin nosotros, no»
Mi abue, a su modo, me transmitió eso a la vida cotidiana: «si nosotros permitimos que nos jodan, nos joden mijo, la dignidad es de uno y solo uno decide a quién permitimos que nos la quite y sin nosotros…no, no pueden» por eso Chabela siempre ha sido mi ejemplo mas cercano; ella no renunció a su catolicismo, fue esa iglesia la que la expulsó con sus absurdos y contradicciones.
Chabela nunca criticó a sus antiguos compañeros de religión (ni a los ateos o de otras religiones), siempre creyó en el laicismo «cada quien se irá al cielo o…al infierno a su manera -decía- ¿quienes somos nosotros pa´decirle que está equivocado? pero eso sí, que no nos quieran imponer la manera de cómo llegar a uno o a otro lado, ¡eso sí que no! »
No sé si mi abue aceptaría o no de que yo sea homosexual -no tuve la oportunidad de decírselo- pero de lo que no tengo ninguna duda es que Chabela «despodorringaría» a quien se atreviera a insultarme en su presencia, tomando como argumento la «verdad revelada«. Ella vivía su creencia religiosa en el ámbito privado y ahí se quedaba, no repartía sermones pero sí pequeños dulces llamados jamoncillos que elaboran (ella y «chopepe», mi bisabuelo) con semillas de calabaza y azúcar.
Si Chabela viviera, habría asistido a la manifestación del FNF en septiembre de 2016, para espetarles lo que tanto me repetía al ver a Rufina, la esposa de don Ernesto (otros de sus vecinos en Pompeya) cuando ésta salía de misa el domingo: «mira mijo, van al templo a comer santos y salen cagando diablos»
*Vocero de la comunidad LGBTTTIQ en Nuevo León