Patriarcado y pandemia: familismo recargado

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Verdad y Justicia

Por Séverine Durin

Hace un año, vivimos el 8M más concurrido por las mujeres en la historia de México. En Monterrey, nos reunimos de 20 a 30 mil mujeres para clamar nuestro derecho a la vida ante la ola de feminicidios que nos enlutan día tras día. ¿Qué pasó desde entonces? ¿Es la condición de las mujeres mejor que entonces? ¿Se implementaron  acciones concretas para resarcir la violencia feminicida?

Posterior al 8M, con la pandemia del COVID-19 empezó la jornada de sana distancia y nuestra vida entre cuatro paredes. Con el confinamiento, el hogar se volvió EL LUGAR donde nos vimos recluidos y obligados a convivir. El hogar, que suele ser considerado como privado, se volvió público al transformarse en un espacio de trabajo, escuela, incluso clínica para atender a las personas enfermas.

Este confinamiento puso a prueba las relaciones entre los integrantes del hogar, dejando entrever aún más el carácter patriarcal de nuestro sistema. Primero, porque son las mujeres quienes se encargan mayormente del cuidado de los hijos, así como de las personas enfermas.

Ante el cierre de las escuelas y la saturación de los hospitales, se volvieron maestras y enfermeras improvisadas. Muchas mujeres tienen una ocupación, y vieron su doble jornada volverse una triple jornada al volverse maestras, y cuádruple con el aumento de las tareas de limpieza para prevenir el contagio.

¿Qué pasó con los varones? Si bien hubo cierto reparto de los cuidados en los hogares, esta nueva situación también dio lugar a mayor violencia familiar, hacia la pareja[1] y los niños, ante el hacinamiento, la pérdida de ingresos y la ansiedad.

Este fenómeno de la violencia contra las niñas y los niños en la pandemia no es privativo de México, sino que es una realidad global, como lo denuncia el representante especial sobre la violencia con los niños de las Naciones Unidas.[2]

En un sistema patriarcal, los varones son criados de modo que no muestren sus emociones, lo cual significa también que desprecien la sensibilidad, la emotividad, al ser considerados atributos femeninos. Además, según Michael Kaufman,[3] la única emoción que goza de cierta validación en los varones es la ira, de modo que una gama de emociones es canalizada en la ira.

Esto los vuelve poco proclives y capaces de realizar el trabajo emocional que se requiere para acompañar a un niño en la realización de sus tareas escolares o cuidar de una persona enferma, y da pie a conductas violentas.

Al estar confinados, las niñas y los niños están aislados, y “el hecho de que los niños no puedan acudir a sus amigos de la escuela, a los maestros o a los trabajadores sociales, ni acceder a los servicios y espacios seguros que ofrecen las escuelas, agrava la situación” (ibid). En el año 2020 se reportó el mayor número de menores de edad asesinados desde que se tiene registro.

Tabla 1: Menores asesinados en México (2015-2020)

Fuente: Causa en Común[4]

En este contexto en que la carga de cuidados recayó mayormente en las mujeres, de tensiones entre los integrantes de los hogares, y de prolongación del confinamiento por un año, padres y madres de familia están exigiendo que las escuelas vuelvan a funcionar y les sea permitido el acceso a los espacios públicos. En términos de prevención de los contagios, las niñas y los niños son el grupo de edad menos vulnerable ante el COVID-19.

La escuela no sólo sirve para adquirir conocimientos y habilidades para pensar, también es un espacio para la socialización y el desarrollo socioemocional. Los más pequeños requieren correr, jugar y descubrir. Para los alumnos de primaria, es fundamental que interactúen con personas ajenas a su familia, y que los púberes y adolescentes se relacionen con sus pares por sobre sus padres.

¿Es el confinamiento y cierre de las escuelas una solución viable a largo plazo? En numerosos países se reabrieron las escuelas en 2020,[5]entonces  ¿por qué se eligió en México mantener a las escuelas cerradas? El motivo que sustenta la decisión del gobierno federal es la vigencia de contagios en el país, no obstante, las niñas, niños y adolescentes no son parte de las poblaciones de riesgo.

Tabla 2: Rangos de edad y sexo de las personas contagiadas por COVID-19 en México[6]

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De acuerdo con la directora ejecutiva de la UNICEF, Henrietta Fore, “no podemos permitir que, por segundo año consecutivo, estos niños sigan sin poder asistir a la escuela de forma presencial o que la presencialidad siga siendo limitada. No debemos escatimar esfuerzos para mantener las escuelas abiertas o darles prioridad en los planes de apertura”.[7]

Nótese que la decisión de mantener a las escuelas cerradas ha sido mayormente adoptada en los países de Latinoamérica y del Caribe, una política que afecta a 98 millones de niños en edad escolar en el continente, de un total de 168 millones de niños en el mundo que llevan casi un año con escuelas cerradas por la COVID-19.

¿Por qué privilegiar la escuela desde casa en América Latina? En Latinoamérica, Imperan sistemas de estados de bienestar de carácter familista, es decir, que se basan en la familia para satisfacer las necesidades de sus integrantes.

Ahí la familia es la principal institución encargada de brindar los cuidados a las personas dependientes, como los niños, los enfermos y las personas mayores. Que los cuidados durante la pandemia recayeran en las familias, especialmente en las mujeres, está conforme con el familismo.

En México, el familismo también se expresó en la eliminación de los apoyos para las estancias infantiles en 2019,[8] por supuestos malos manejos de las mismas, y se propuso la entrega directa de los recursos a las familias para que sus integrantes se hicieran cargo de cuidar de los más pequeños.

Así mismo, al inicio de la pandemia el Presidente pidió a las mujeres cuidar de los abuelitos cuando enfermen,[9] y declaró que “nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes de los padres, de los papás, de las mamás”,[10] conforme con representaciones patriarcales.

Así, a un año de la manifestación más concurrida por las mujeres en México, queda patente un reforzamiento patriarcal, con el aumento de las violencias hacia la niñez y las mujeres, y la elección del hogar como el lugar más apropiado para resguardarse de la pandemia, a pesar de las experiencias disímbolas de países que reabrieron sus escuelas en 2020.

Sentirse seguro, segura, no sólo es cuestión de semáforo epidemiológico. Es una representación social, una idea de sentido común, y en el caso de las sociedades latinoamericanas, al hogar patriarcal se le considera el lugar idóneo para resguardar a las mujeres y criar a las niñas y niños.

 

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Severine Durin
Séverine Durin es Maestra en Economía y en Estudios Latinoamericanos, y doctora en Antropología. Se desempeña como profesora-investigadora en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS); es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de Ciencias. Mediante sus investigaciones sobre indígenas en Monterrey, trabajadoras del hogar, y desplazamiento forzado, pugna por una sociedad más justa, menos desigual, que valore la diversidad de formas de ser. Su deseo más profundo es que la “verdad y justicia” se hagan realidad.

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