Por Pablo Pérez
A finales de los 60s condenar duramente las protestas de estudiantes en la Universidad de Berkeley fue una de las principales herramientas que utilizó Ronald Reagan, conocido hasta entonces más como actor y líder sindical que como político, para su campaña a la gubernatura de California.
Los estudiantes de Berkeley, como los de muchas universidades, protestaban en contra de la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles (en contra del racismo).
Reagan hizo campaña culpando a la universidad de estar infiltrada por agentes extranjeros que intentaban desestabilizar al país. Según la campaña de miedo abanderada por el republicano los manifestantes eran violentos y solían amenazar con cuchillos a los profesores y ciudadanos cercanos al campus universitario.
El miedo y Reagan ganaron la gubernatura y hasta la presidencia, durante su administración mandó reprimir a los estudiantes con saldo fatal y en búsqueda de otra estrategia instituyó el cobro de cuotas para mantener fuera de la universidad a estudiantes “problemáticos” (o sea, los pobres, en especial personas de color).
Con el paso de los años a todos nos quedó clara la barbarie de la guerra de Vietnam y el racismo sigue siendo visto como una de las grandes vergüenzas de la historia norteamericana, o sea, los estudiantes protestaban por lo que demostró ser la causa correcta.
Quien sí tuvo tratos secretos con poderes extranjeros fue Reagan, famoso por vender armas al gobierno de Irán para financiar la guerra en Nicaragua y por muchos escándalos de corrupción y conflicto de interés en su gabinete.
Es solo un caso, pero la historia ha comprobado una y otra vez que los estudiantes tenían razón cuando protestaron contra dictaduras, por la educación pública, contra el racismo, contra la violencia del estado, contra guerras inútiles, por el medio ambiente… la misma historia ha dejado claro una y otra vez que los políticos que desacreditan a esos estudiantes lo hacen solo por interés propio o del capital que defienden.
A mis 50 estoy muy lejos de ser estudiante, pero tengo la suficiente experiencia para darme cuenta que estar en contra de sus protestas es la manera más fácil de ponerse del lado de la tiranía.
Pablo Pérez (@paperjourno) es periodista y productor audiovisual, de niño quería ser parte de la tripulación del Capitán Cousteau. Estudió Ingeniería Bioquímica, es ganador de un Premio Nacional de Periodismo que lo usa como tope de puerta, es contador de historias y muy crítico de narrativas engañosas.