Por Pablo Pérez*
¿Recuerdan que durante un corto periodo y hasta hace un año fue prácticamente imposible que pasara un día sin recibir noticias sobre los NFTs? Esas líneas de código permanente adjuntas normalmente a una imagen que múltiples “expertos” aseguraron una y otra vez que revolucionarían las finanzas, el arte y la propiedad privada entre otras cosas.
Los recomendaban artistas, deportistas y analistas financieros por igual mientras el resto de los mortales en este planeta “seguíamos sin entender” esta revolución o “nos negábamos a aceptar” que las inversiones ahora se harían de una nueva manera.
Hasta que, como dice la canción, todo se derrumbó.
Estos “bienes digitales” perdieron de golpe el 95% de su valor y se descubrió que detrás de ellos solo había un montón de gente que a través de estafas muy tradicionales como comprarse ellos mismos sus “mercancías” a precios inflados para subir el precio de mercado, y lograron que unos cuantos enemigos de la lógica les regalaran su dinero.
Y de repente, así como perdió su valor, los NFTs desaparecieron totalmente de los medios, incluso de los especializados en tecnología y finanzas.
Ahora llevamos varios meses hablando solamente de Inteligencias Artificiales, algo ciertamente mucho más tangible porque podemos ver las imágenes y leer sus respuestas a nuestras preguntas.
Las IAs, que en resumen no son más que el manejo e interpretación de cantidades gigantescas de datos, tienen aplicaciones muy interesantes, pero no son más que la continuación del crecimiento en la capacidad de cálculo de las computadoras que usamos diariamente desde hace más de 30 años.
Me llama la atención esta necesidad de parte de cierto sector del mundo de convencernos de que estamos, otra vez, ante una revolución que ellos comprenden y nosotros no.
Y no tengo pruebas, pero tampoco dudas de que detrás de este esfuerzo están los mismos grupos que nos trataron de decir que éramos tontos por no abrazar los NFTs.
Lo que hay detrás es una gran capacidad técnica pero muy limitada creatividad y unas ganas incontrolables de pertenecer a un grupo que esté “cambiando al mundo” aunque en el fondo no cambien nada. Por eso adoran a Elon Musk, que desarrolla vehículos de super lujo cuando lo que urge es transporte limpio y económico para las masas.
Pongo como ejemplo la tecnología porque todos la usamos, todos estamos al pendiente y muy poca gente la comprende, aunque todos se dicen expertos, un poco como la política.
En cualquier área del conocimiento y actividad humana creo que, antes de subirnos a la corriente de moda, valdría la pena hacernos la pregunta: “Esas revoluciones que a cada rato nos ofrecen, ¿son las que necesitamos?”
Pablo Pérez (@paperjourno) es periodista y productor audiovisual, de niño quería ser parte de la tripulación del Capitán Cousteau. Estudió Ingeniería Bioquímica, es ganador de un Premio Nacional de Periodismo que lo usa como tope de puerta, es contador de historias y muy crítico de narrativas engañosas.
