Rosario de los Desaparecidos

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Por Alba Calderón Hernández*

Hace casi 10 años fui a visitar a Rosario Ibarra de Piedra a su casa en Monterrey, sabía que ella ya estaba retirada de la vida pública, no tenía muchas garantías de lograr una entrevista. Coleccionaba relicarios con la foto de su hijo Jesús, así que conseguí uno en una tienda de antigüedades del Barrio Antiguo y fui a su casa. Encontré la dirección, en una de las notas sobre cómo fue la detención y posterior desaparición de Jesús.

Me recibieron sus hijas, Claudia y Rosario, y me permitieron platicar con ella 47 minutos. Rosario tenía 87 años y su hija Claudia le ayudó a contar la mayor parte, aunque con sus gestos de aprobación, rechazo y enojo, Rosario impregnaba sus sentires. Estaba vestida con un hermoso traje oscuro, así como sus hijas, el color del luto siempre la acompañó en su lucha.

Cuando me fui, agradecida por haber conseguido la plática, Rosario se puso un poco firme, y con una sonrisa me dijo «adiós amiga proletariada, no tan aburguesada», así nos hizo sonreír, antes de nuestra despedida.

El siguiente texto contiene esa entrevista con ella, también la consulta de sus expedientes en el Archivo General de la Nación (AGN), las declaraciones públicas de los agentes que detuvieron a su hijo en Monterrey, también entrevistas de quienes la conocieron y lucharon con ella, así como lo dicho en documentales y notas periodísticas.

Rosario Ibarra de Piedra
Rosario Ibarra de Piedra y Claudia Piedra Ibarra | Foto: Alba Calderón Hernández

Rosario de los desaparecidos

Fueron 47 años los que Rosario Ibarra de Piedra buscó a su hijo Jesús. Las autoridades mexicanas nunca le dieron una respuesta sobre qué pasó con él. Rosario murió el sábado 16 de abril del 2022, a sus 95 años, a dos días de cumplir otro 18 de abril, el día que se llevaron a su hijo.

A Jesús lo arrestaron Agentes de la Policía Judicial del Estado de Nuevo León y miembros de la extinta Dirección Federal de Seguridad en 1975. Formaba parte de la Liguilla 23 de Septiembre, jóvenes organizados que señalaban al gobierno de México, por su responsabilidad en las matanzas de estudiantes –en la Plaza de Tlatelolco en 1968, y el Halconazo en 1971-. Organizaban robos y secuestros para obtener recursos para su resistencia.

A Jesús lo acusaron de haber participado en el intento de secuestro en el que murió el empresario Eugenio Garza Sada, uno de los fundadores de la cervecería Cuahtémoc y del Tec de Monterrey, de varios robos y del asesinato de varios policías, aunque nunca se le hizo un juicio ni se presentaron pruebas que lo comprobaran.

Rosario decía que ella parió a su hijo y la desaparición de su hijo la parió a la política: un mundo donde tuvo que aprender a luchar «contra corriente».

A pesar de la corrupción del gobierno y de la apatía de una sociedad que prefiería señalarla por defender a su hijo, aunque fuera un «presunto criminal», Rosario emprendió una lucha contra uno de los delitos de lesa humanidad que más se ha padecido en México: la desaparición forzada.

Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri
Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri

Madres y familiares de mujeres y hombres desaparecidos y encarcelados por el Estado se unieron a su lucha, recuperaron a más de 500 presos políticos y a muchos otros que jamás quisieron volver a hablar del tema.

No sólo buscó a su hijo con la vocación del amor de una madre (como ella misma llegó a describir su lucha) también fue la primer candidata mujer a la presidencia de México, diputada, senadora y una activista inagotable, que nunca dejó de insistir sobre la justicia pendiente, que el Estado mexicano le debe a las víctimas de desaparición forzada y a sus familiares.

En 2019, cuando Rosario recibió la medalla Belisario Domínguez, ella se la entregó al actual presidente Andrés Manuel López Obrador y le pidió devolvérsela con la respuesta de dónde está su hijo y los otros desaparecidos: «Que la justicia anhelada por fin los cubra», le pidió Rosario al presidente esa última vez.

La feliz niñez de Rosario y la justicia cardenista

María del Rosario Ibarra de la Garza nació en Saltillo, Coahuila, el 24 de febrero de 1927, pero se mudó en sus primeros años a Chihuahua, donde su papá Baldemar Ibarra estuvo encargado de la Comisión Agraria Mixta, dedicada al reparto de tierras para los campesinos. Había sido encomendado por el mismo presidente Lázaro Cárdenas a esa labor. Su esposa Concepción de la Garza y sus hijos lo seguían.

Aunque apenas tenía seis años, Rosario recuerda haber sido testigo del trabajo de su papá a favor de los campesinos. Cuenta con orgullo, cuando despreciaba los intentos de soborno de los hacendados que querían seguir acumulando grandes extensiones de tierra.

«Me decía mi papá: mira mijita agarre esos billetes y córrale, y alcancé a esos señores que están parados en la puerta, dígales que se les perdieron».

Luego de unos años se fueron a vivir a Monterrey, a la casa de la abuela materna, Adelaida Villarreal, en las calles de Zaragoza y Ruperto Martínez. La abuela Adelaida era una mujer independiente, viuda de muchos años. Tenía una panadería que se llamaba «La Voz del Pueblo».

«Era linda mi abuela, era preciosa», dice Rosario y se le llena de emoción la voz. «Ya estaba vieja, pero era muy agradable, era bonita y era entrona».

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Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri

En el documental de la cineasta Shula Erenberg, sobre la vida de Rosario, cuenta que por su abuela Adelaida decidió aceptar la candidatura a la presidencia en 1982, y convertirse en la primera mujer en hacerlo en la historia de México.

Un día, Rosario vio a su abuela Adelaida llorar con una carta en las manos, era la respuesta negativa que le envió el Congreso de Nuevo León, a una solicitud en la que Adelaida pidió el voto para las mujeres.

En Monterrey, Rosario tuvo excelentes maestras de poesía, canto, baile y declamación, talentos que dice su papá le fomentó. «Todo me lo echaba yo. La declamación me encantó», cuenta que estudió con María García, una alumna de Manuel Bernal, llamado «El Declamador de América y El Maestro de la Locución».

«Le sirvió de mucho», afirma su hija Claudia.

Rosario quería estudiar leyes, pero primero tuvo una familia

Rosario Ibarra de la Garza conoció al doctor Jesús Piedra Rosales cuando ella tenía 18 años. Era su maestro de biología en la Preparatoria 1 de la UANL, en Colegio Civil. Era la única mujer en un grupo de 36 hombres, ella quería estudiar leyes. Él era 15 años mayor que ella. Rosario reprobó esa materia.

Cuando el doctor Piedra mostró interés en ella, la familia de Rosario no estuvo de acuerdo, por la diferencia de edades. «La abuela religiosa se asustó», cuenta Rosario. Tras conocer las intenciones del maestro, su mamá Concepción la sacó de esa escuela y la inscribió al Colegio Anglo Español para que aprendiera con las religiosas inglés y mecanografía.

Pero siguió viéndose a escondidas con el doctor Piedra. «Y luego él fue directamente a hablar con mis papás…A papá como que le cayó muy bien, a mamá no tanto… Mi abuelita estaba muy enojada, le decía ‘ese hijo del sol naciente'», cuenta Rosario. Con el tiempo terminaron por aceptar la relación. Rosario y Jesús se casaron luego de tres años de noviazgo.

Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri
Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri

Jesus Piedra Rosales no tuvo una vida fácil. Fue huérfano desde los cuatro años. Se crío con Isabel, su hermana mayor, y con el esposo de ella que se dedicaba a la albañilería. Tuvieron muchas carencias. Pero, Jesús fue muy dedicado y consiguió una beca para estudiar medicina en el Colegio Civil de Monterrey.

Conoció al doctor Ángel Martínez Villarreal que pertenecía al Partido Comunista, y al doctor Eduardo Aguirre Pequeño, quien además de científico era humanista. Lo formaron en la teoría socialista y en medicina familiar. Empezó a participar en movimientos sociales.

Por esto, el doctor Jesús también fue criminalizado por el Estado mexicano. Él fue detenido antes que su hijo, lo torturaron y le exigieron información que él se negó a dar. Aunque vivió hasta sus 82 años, la columna del doctor Jesús Piedra nunca se recuperó de las fracturas que le ocasionaron.

La desaparición forzada de Jesús, y el largo expediente de Rosario

Rosario buscó a su hijo desde que se enteró que se lo llevaron. El 30 de abril de 1975 la nota de la detención de Jesús fue publicada en diario local El Norte, la titularon «Cae Piedra Ibarra», y fue acompañada con dos fotografías de Jesús.

Ahí detallaban que el viernes 18 de abril lo habían capturado cuando caminaba por la calle Zaragoza. En la nota sin firma a Jesús lo llamaron terrorista. También confirmaron que fue «investigado» en Monterrey y luego trasladado a la Ciudad de México.

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«Las fuentes dan la captura de Piedra como un hecho consumado. La confirmación de su muerte, en caso de producirse, quizá esté ligada con los enfrentamientos entre policías y guerrilleros», informó El Norte en 1975.

El 17 de abril de 1979, Rosario escribió a ese periódico una carta para pedirle que así como publicó la nota de detención de Jesús, diera cobertura a los actos de búsqueda que organizaban para encontrarlo.

Pero más allá de esa nota, a Rosario nadie le confirmó nada sobre qué pasó con su hijo Jesús. Lo buscó en todos los lugares donde podía estar una persona detenida y ante todas las autoridades.

Ella se trasladó a la Ciudad de México para poder encarar al presidente Luis Echeverría y al mismo Miguel Nazar Haro. Nunca les dejó de insistir, Rosario acudió hasta el último acto público del presidente Echeverría, 39 veces logró hablar con él y siempre recibió falsas promesas.

Los primeros reportes, del expediente que le abrió la Dirección Federal de Seguridad a Rosario, se inician a los pocos meses de que ella empezó a buscar a su hijo. Son ocho tomos que están resguardados en la antigua cárcel de Lecumberri, ahí se documenta el aparato espía que utilizó el gobierno mexicano para vigilarla; la seguían a todos lados y registraban todos sus actos públicos y reuniones privadas. Los informes eran presentados a Miguel Nazar Haro.

Esos informes, escritos por agentes encubiertos, son también testigos de la lucha de Rosario, de los discursos que pronunció, de todos los mitines, marchas y huelgas de hambre que organizó, junto a cientos de organizaciones sindicales, campesinas y civiles que terminaron por reconocerla a ella y a su justa causa.

«Nuestros hijos nos enseñaron el sendero luminoso del camino de la revolución, quizá nuestros hijos y esposos estuvieron equivocados, pero siempre fueron honestos, cosa que nadie les podrá arrebatar», cuenta el informe sobre las palabras de Rosario en un mitin, previo a la organización de su primera huelga de hambre como el Comité Pro Defensa de  Presos, Perseguidos Exiliados y Desaparecidos Políticos, al segundo año de la desaparición de Jesús.

También relatan que cuando Rosario veía que un mitin no era lo suficientemente concurrido repartía volantes. Pero podía explicar el motivo de su lucha a quien se interesaba, así fuera un grupo de 15 o de miles de personas.

Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri
Expediente Rosario Ibarra de Piedra | Archivo Lecumberri

Dan cuenta de las visitas que hizo Rosario a las cárceles de Monterrey y la Ciudad de México, entre otros estados, para conocer a los presos políticos. Hombres y mujeres presos en cárceles de Oaxaca, Sinaloa, Guerrero y la Ciudad de México eran convocados a participar en las huelgas de hambre que organizó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, fundado en 1977, aunque la mayoría no participaron por su mal estado de salud.

En los informes de detalla cómo funcionarios como el Secretario de Gobierno, Jesús Reyes Heroles, le prometieron entregar a los desaparecidos heridos e incluso muertos, que tuvieran encarcelados. Pero no cumplió.

«Son pero como artistas de teatro», dice Claudia cuando recuerda las falsas promesas. «Sí», contesta con risas Rosario, «pero malos pero artistas».

Rosario buscaba difundir lo que pasaba en el país, y ante la indiferencia de la prensa mexicana, mandó cartas a las embajadas extranjeras. También le escribió al Secretario de la ONU, Kurt Waldheim, y al papa Juan Pablo II. Pero nada cambió. Los desaparecidos seguían aumentando. Y el gobierno mexicano negaba tener presos políticos en sus cárceles.

Pese a las resistencias, en 1978 se logró la primera Ley de Amnistía para beneficiar a los presos políticos. Lograron la libertad de mil 500 presos políticos, el regreso a México de 57 exiliados y el desistimiento de más de 2 mil órdenes de aprehensión.

Cuando en 1979 se convocó el Frente Nacional contra la Represión, al menos 54 organizaciones en Defensa de los Derechos humanos respondieron al llamado, pues confiaban en que el Comité Pro Defensa formado por Rosario tenía una causa honesta y difícil de corromper con las estrategias del gobierno.

De la lista de más de 600 desaparecidos, que el Comité Pro Defensa registró, al menos 148 fueron localizados. Entonces rebautizaron a su comité con el nombre de Eureka, hasta encontrarlos. Los testimonios de quienes volvieron sirvieron como evidencia de cómo había otros presos-desaparecidos que habían sido torturados, asesinados.

En 1981 se conformó la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, en México, donde gritaron por primera vez: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos».

Rosario Ibarra de Piedra Foto Marco A

Claudia Piedra cree que no se volvieron a lograr amnistías ni liberaciones, porque el Gobierno de México prefirió seguir simulando y engañar a las familias de los desaparecidos, que no contaban con el apoyo de la mayoría de la población.

«Ya nos tienen tomada la medida ¿Qué tal si toda la gente, las que tienen dinero, saquen su dinero del banco, no les compren nada, no carguen gasolina? Si tú les llegas a lo que les sostiene, que es la economía, el poder económico, ahí los paras porque les paras, pero es la falta de decisión de la población», reclama.

Pero Rosario agrega: «ha sido una lucha muy dura, pero de todas maneras ganamos algo, porque sacamos a muchos, los recogimos, se los quitamos, casi se los arrebatamos. Y con puros plantones de nosotros. Y de las madres, y de los estudiantes compañeros de ellos, y así respondió la gente».

Las principales compañeras de Rosario fueron las otras madres de los jóvenes presos y desaparecidos, a Matilde González, quien buscó a su hijo Jesús Ávila desaparecido por el Estado desde 1974, la conoció desde su primer año de lucha y trabajaron en conjunto hasta que Rosario concluyó su cargo como senadora en 2012.

«Había muchas madres y esposas e hijas, que no hallaban ni qué hacer. Nos empezaron a oír a nosotros por ahí, y se empezaron acercar», recuerda Rosario.

Le hicieron frente a un Estado represor, evidenciaron la Guerra Sucia y los crímenes de lesa humanidad que en México se cometían. «Las madres ya no lloran, ahora luchan», fue una de las tantas frases que caracterizaron su resistencia.

Rosario en la política

En la larga trayectoria de buscar a su hijo, Rosario tuvo muchas trincheras, primero como activista y luego como política desde donde siguió promoviendo la resolución de las denuncias de desaparición forzada que seguían incrementándose.

En 1982, además de dedicarle la candidatura presidencial a su abuela Adelaida, Rosario quiso llevar la lucha por los desaparecidos y presos políticos a otro nivel. El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de inspiración trotskista, le hizo ganar un curul como diputada.

En 1988, luego de ser candidata presidencial por segunda vez, Rosario se unió a sus opositores Cuauhtémoc Cárdenas por el PRD y Manuel Clouthier por el PAN, en su reclamo a Carlos Salinas de Gortari del PRI por el fraude electoral que le dio a éste el triunfo.

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Rosario se dedicó a ser asesora legislativa, a favor de los derechos humanos, y fue postulada cuatro veces para recibir el Premio Nobel de la Paz entre 1986 y 2005.

Para 2006, Rosario fue senadora por la Coalición por el Bien de Todos, que apoyó a Andrés Manuel López Obrador. Y nunca dejó de buscar a su hijo.

Cuando en el año 2000, durante el primer gobierno de alternancia con Vicente Fox, se creó la Fiscalía Especial de Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMPOSOPP),  cargo de Ignacio Carrillo Prieto. Rosario tuvo que enfrentar otra vez procesos amañados, y acceder a una verdad incompleta.

Por ejemplo, aunque en el juicio que se realizó a los principales funcionarios implicados en la desaparición de Jesús Piedra (alias Rafael) el agente Juventino Romero Cisneros admitió haberlo capturado por órdenes de sus superiores, ningún funcionario fue sentenciado.

Nazar Haro fue señalado como uno de los últimos que vio a Jesús Piedra antes de su desaparición, cuando fue trasladado a la Ciudad de México para ser interrogado por él. Aunque Rosario exigió que Nazar Haro y el expresidente Echeverría, fueran llevados a juicio, por la desaparición ilegal y secuestro de su hijo, pero nunca recibieron sentencia.

El fiscal Ignacio Carrillo presentó cargos para llevar al expresidente Echeverría a juicio por las matanzas de estudiantes, en 1968 y 1971. En 2007, un juez determinó que no había elementos para inculpar directamente a Echeverría por estos crímenes. Y en 2009 se determinó su libertad con «reservas de ley».

Rosario y su familia explican que otros funcionarios y servidores públicos responsables vivieron sin enfrentar ninguna responsabilidad, como Julián Slim Helú, hermano del magnate Carlos Slim, quien fue subdirector de la DFS, y quien según los expedientes, estuvo presente en las torturas a Salvador Corral y a Ignacio Olivares Torres, que fueron encontrados muertos.

«Son tremendos», exclama Rosario con su voz que tiembla de indignación.

La lucha por los desaparecidos no termina con la muerte de Rosario, la intención que siempre tuvo al denunciar los crímenes que los funcionarios del gobierno mexicano, es que la memoria colectiva fuera construida con justicia.

Descansa en paz Rosario, por ti la lucha sigue

Cuando Rosario pudo acceder al expediente de la detención de su hijo Jesús, que tuvo guardado la DFS, corroboró todas las mentiras que le impidieron encontrarlo. En las fichas que revisó en el AGN encontró que lo presumían muerto «al parecer RIP», pero no encontró ni un dato sobre dónde está.

Rosario leyó otra vez falsas acusaciones contra su hijo y también contra su esposo, donde los calificaban como delincuentes, asesinos de policías y los llamaban falsos mártires.

Ella sabía que la criminalización siempre es la herramienta de desmovilización ciudadana del Estado mexicano. Por eso recomendaba a los familiares de desaparecidos, señalar la responsabilidad de las autoridades en estos crímenes, y pedir la presentación de estos con vida. «Si el Estado se lo llevó ellos nos tienen que responder qué les hicieron», explicó innumerables veces a lo largo de su vida.

La incapacidad de las autoridades para darles respuestas a las madres de los desaparecidos políticos en México está vigente. A ocho meses de la creación de una Comisión por el acceso a la verdad y la violación de los derechos humanos de 1965-1990 no se ha presentado ningún avance. En el funeral de Rosario, sus hijas recordaron este pendiente.

Rosario Ibarra de Piedra murió sabiendo que los asesinos de su hijo, y sus cómplices, siguen siendo protegidos por un Estado, incapaz de aceptar sus crímenes. Por eso nunca dejó de luchar.

Fue enterrada con su esposo Jesús, a un lado de la tumba de sus padres Consuelo y Baldemar.


 

Alba Hernández

 

*Alba es Periodista con más de 15 años de experiencia en distintos medios nacionales de prensa escrita, radio, televisión, internet y redes sociales. Feminista. Poeta.

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