Por Deyra Guerrero
Viajo todos los días en camión y en metro y hay una pregunta que por años ha rondado en mi cabeza: ¿los hombres no pueden cerrar las piernas cuando van sentados, para evitar invadir el espacio de otra persona e incomodar?
El martes, molesta por enésima vez después de que en el camión en el que me trasladaba llegó un pasajero a ocupar el asiento de al lado y abrió al máximo sus piernas dejándome en un rincón, compartí esta duda con algunos amigos, quienes me ayudaron a encontrar algunas respuestas.
Esta práctica de muchos de los varones, que todos los que utilizamos el transporte público hemos sufrido alguna vez, tiene ya un nombre: manspreading, que alude a esta peculiar manera de sentarse con las piernas abiertas, invadiendo el espacio de los asientos adyacentes.
El término fue acuñado por un blog de noticias en 2014 para calificar a los hombres que a diario desparramaban las piernas en los asientos del metro de esa ciudad, y un año después el diccionario Oxford definió oficialmente esta costumbre.
No, no era mi imaginación ni exageraba- pensé al enterarme que era un problema reconocido en otros lugares del mundo, así que decidí investigar más al respecto y consultar a especialistas.
Tan es una realidad que hace 3 años la federación de transporte de Nueva York lanzó una campaña contra el manspreading y actualmente La Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) está haciendo lo mismo en la capital de España. En otras urbes como París, Francia y Orlando, Florida, ya se combate también.
Desde junio el operador de autobuses EMT instaló calcamonías en los camiones con una iconografía simple y clara: aparece una figura masculina sentada con las piernas abiertas y encima hay una cruz roja, en señal de prohibición.
La medida fue impulsada por un colectivo llamado “Mujeres en Lucha” y fue aprobada al concluir que la postura “incomoda a otras personas” y que los avisos eran para “recordar la necesidad de mantener un comportamiento cívico y de respetar el espacio de todo el mundo a bordo del autobús”.
Así, aunque algunos varones puedan considerar indispensable sentarse con las piernas abiertas por ergonomía, al mostrar valores sí las pueden cerrar al menos lo necesario por consideración al pasajero vecino, sea hombre o mujer.
Opinión de Cordelia Rizzo (académica y defensora de los derechos humanos)
El transporte público es como las venas de la ciudad. Es impresionante que la petición de un respeto hacia los hombres sea considerada como excesiva, como si nosotros quisiéramos hacernos las princesas. Que no pueda ser tomada como una petición sencilla de amabilidad, cordialidad y buen comportamiento.
¿Por qué sigue habiendo este tipo de expresiones, por qué sigue habiendo el arrimón? Todos los días como mujer sales pensando cómo me voy a cuidar, después de toda una logística de cómo me voy a vestir para no ser juzgada…en el transporte público llega un momento en que te tienes que cuidar y guardar a ti misma.
Se trata de tener esa conciencia de que cada persona tiene una necesidad diferente, así como las mujeres necesitamos que dejen el manspreading, las personas que tienen discapacidad necesitan su propio espacio.
No hay campañas que te pongan a pensar. No hay momentos en que te pongas a pensar que ese espacio es colectivo…que no eres dueño del espacio.
¿Por qué para ellos es tan importante reafirmar eso de que son machos en ese espacio? Para muchas personas el transporte público es la única caricia que van a recibir en su día. Esa es una cuestión afectiva que claro que está afectada por el género.
Punto de vista de Félix López (filósofo e investigador)
Hay una serie de condicionamientos que no necesariamente son conscientes. La identidad masculina puede sostenerse bajo fundamentos machistas que principalmente establecen un privilegio, una distinción, y sobre todo en relación con las mujeres. De alguna manera son difíciles de erradicar porque están siendo inculcados en una historia de las culturas, pero tal vez se pueden cambiar al abrir un proceso de reflexión en torno a ello.
Evidentemente, cuestiones que procuren establecer una mayor equidad, pues sí son necesarias. Sin embargo, esas acciones pues no solucionan el problema en lo profundo. Hay que ver qué tipo de acciones podrían funcionar en lo profundo.
Pero en primera instancia algunas estrategias, alguna campaña que procure evidenciar que este es un problema, sería muy pertinente. Porque en efecto hay muchas personas, especialmente hombres, que no lo ven como un problema. Incluso muchas mujeres que han normalizado ese tipo de situaciones.
Nombrando un problema, ya aparece y se pueden establecer otras estrategias de acción, o actividades que de alguna manera sirvan para cambiar este machismo que se da y vive constantemente, cotidianamente en el transporte público.
Hay que aclarar que no son todos los hombres los que hacen esto, pero sí es algo que debe cambiar.