Por Alba Calderón
La alerta sismica se escuchó un momento después del primer jalón que
dio la tierra, aunque ya no anunciaba nada. Las sacudidas eran tan
fuertes que salir corriendo del segundo piso de un edificio en la calle
Hermosillo, de la colonia Condesa, fue un esfuerzo de equilibrio
imposible para algunos adultos mayores que tuvieron que bajar cargados.
Llegar a la calle no fue ningún alivio. En el exterior una nube de
polvo advertía la devastación que apenas comenzaba. Seguía temblando,
mientras los aturdidos vecinos buscaban un lugar para resguardarse. Los
fragmentos que caían de las fachadas subían el volumen de los gritos.
Una mujer con delantal que aún se secaba las manos, por las faenas que
segundos antes realizaba en una casa en la que trabajó muchos años,
gritaba con llanto: “mi edificio se está quemando, por favor
apáguenlo”. La misión era imposible, el incendio y su departamento
estaban en el piso más alto de la calle.
El mayor consuelo que se le podía ofrecer a la mujer era observar con
ella cómo avanzaba el caos en la que fue su casa. Otra mujer, con más
de 90 años, la acompañaba. Se lamentaba en silencio, sentada en un
bote de plástico. Quiso consolar a la mujer del delantal y con una voz
muy baja le dijo “gracias por salvar mi vida”. Las dos se abrazaron
por la dicha de seguir vivas y la tristeza de perder su casa y a sus
amadas mascotas.
Apenas especulaban sobre la posibilidad de que los animales lograran
resguardarse del incendio, cuando un trueno partió todo. Una masa de
fuego comenzó a crecer desde el que fue su departamento y un policía,
que intentaba alejar a todos de ese edificio, gritó despavorido:
“corraaan”. El aire caliente ardía en la espalda, algunos objetos
fueron disparados como proyectiles. Un hombre paró su huida para cargar
a la mujer de 90 años. La explosión cortó el llanto y atrajó el
silencio de la pérdida. Las mujeres no querían ver más su
departamento y se fueron a resguardar a otra zona.
32 años después…
A las 11 de la mañana del 19 de septiembre, la Ciudad de México
ensayó para la catástrofe que dos horas después llegó. El retraso en
el Metro, la pérdida de horas laborales y la urgencia de seguir con la
rutina atentan contra lo que exige la cotidianidad en la gran ciudad.
Por eso muchos no valoraron el esfuerzo, y cuando sintieron el sismo con
magnitud de 7.1, salieron corriendo de sus casas sin saber en dónde
refugiarse.
El terremoto del 19 de septiembre de 1985, de 8.2 grados, dejó tantos
muertos que las autoridades tardaron 30 años en definir que fueron más
de 12 mil.
Era increíble: la tragedia se repetía el mismo día que hace 32 años.
También la ciudad se quedó sin luz y muchos estaban incomunicados,
pues los servicios de telefonía celular se saturaron. Las calles fueron
inservibles para los carros y quien deseaba llegar a alguna parte tenía
que caminar. Varios lloraban mientras avanzaban por la avenida
Insurgentes, incrédulos de todo, tapaban su cara, gritaban o se
quedaban callados, porque todo era real.
Poco a poco, los 32 edificios que se derrumbaron en la CDMX comenzaron a
llenarse de rescatistas. Algunos eran improvisados, y otros tenían la
experiencia de vivir en un país lleno de tragedias, donde apenas se
terminaba el duelo por las decenas de muertos del temblor que arrasó
con Juchitán, Oaxaca, y otras zonas de Chiapas y Guerrero, el pasado 7
de septiembre.
La escuela Rebsamen fue una de las principales desgracias, hasta ahí
llegó el presidente Peña Nieto, luego de que se contaran 21 niños y 4
adultos muertos. Además de unos 30 niños atrapados. Pero ni la
presencia presidencial logró apresurar el rescate, para la mañana del
miércoles 20 se seguían pidiendo cortadoras de cemento y otras
herramientas para agilizar la búsqueda de los estudiantes que avisaban
por celular que seguían vivos.
A pesar de las largas filas de ciudadanos esperando un turno para
ayudar, la urgencia no acababa. Por la tarde del miércoles, un radar
térmico detectó a tres niños con vida y otros dos cuerpos inertes en
el colegio. Las labores tienen que seguir y aún hace falta oxígeno y
materiales de curación.
El saldo del daño sigue creciendo. Hay más de 102 muertos en la
ciudad, 69 Morelos, 43 Puebla, 13 Edomex, 5 Guerrero y uno en Oaxaca.
Los 32 edificios derrumbados en la capital también pueden aumentar. Por
lo menos 27 edificios están por derrumbarse tan sólo en la delegación
Cuauhtémoc.
Los voluntarios y las despensas que llenaron varios puntos de la colonia
Condesa, la Narvarte, la Roma y las entradas a Xochimilco no han sido
suficientes: a más de 24 horas del sismo la ayuda no ha llegado a la
zona de los Altos, en Morelos. El apoyo se acumuló en Jojutla y
Cuernavaca.
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