EN CORTO
- Un video en X habla sobre el aumento de casos de autismo en las infancias, haciendo una falsa relación con las vacunas.
- La publicación proviene de The High Wire, un medio controversial y conocido por la difusión de desinformación sobre el COVID-19.
- Aunque las cifras de diagnóstico del autismo son reales, esto se debe al avance de la medicina y las estrategias eficaces para su diagnóstico.
Por Liliana Elósegui con información de Victoria García, Carolina García, Karol Malagón y Santiago Xotlanihua*
Un video de un noticiero y compartido en X (antes Twitter), dio a conocer un alza en los diagnósticos de trastornos del espectro autista o TEA, haciendo una correlación con la aplicación de vacunas, sin embargo, este argumento es falso.
El contenido, que al momento la publicación cuenta con más de 40 mil reproducciones, comparte cifras de la tasa de diagnóstico de TEA argumentando que las aplicaciones de vacunas son las responsables por el aumento de personas diagnosticadas en la actualidad.
El video corresponde a The High Wire, un programa de noticias y comentarios que se ha visto envuelto en controversias por difundir desinformación y teorías de conspiración, particularmente en relación con la pandemia de COVID-19.
¿Por qué se vinculan los diagnósticos de TEA con las vacunas?
Aunque las vacunas han sido culpadas por resultados adversos en la salud a lo largo de la historia, no fue hasta 1998 con una publicación en la revista científica The Lancet, que el autismo fue introducido como un posible efecto secundario de la vacunación.
El estudio fue escrito por Andrew J. Wakefield, un médico británico quién plantea la tesis que la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola o SPR) podía ser la causa del autismo y enfermedades gastrointestinales.
Fue hasta 2004, cuando el reportero Brian Deer reveló en el Sunday Times que Wakefield alteró los registros de los pacientes y que había un conflicto de intereses, pues el estudio fue financiado para encontrar fallas con la vacuna SPR, ya el investigador buscaba patentar su propia vacuna contra el sarampión.
El artículo expone cómo Wakefield vinculó falsamente la vacuna SPR con el autismo, lo que inició un drástico descenso en los índices de vacunación y los consecuentes brotes de sarampión en el mundo.
Además, la mayoría de las y los niños en el estudio no encajaban en el perfil que Wakefield afirmaba. Algunos tenían condiciones de TEA preexistentes, mientras que otros mostraron síntomas no relacionados con la vacuna.
Incluso, un médico que participó en dicha investigación reveló públicamente que, en realidad, no se había encontrado el virus en uno de los niños, y que Wakefield había ignorado ese dato para no perjudicar el estudio.
A raíz de acusaciones de falta de ética profesional, el Consejo Médico General (GMC) del Reino Unido, abrió una investigación por mala praxis contra Wakefield y dos de sus colegas.
La investigación también dio a conocer que Wakefield sometió a niños y niñas con trastorno del espectro autista a procedimientos médicos invasivos e innecesarios, sin la aprobación de un comité de ética.
En 2010, el GMC encontró a Wakefield culpable de 32 cargos, incluyendo fraude y abuso de menores con discapacidad del desarrollo. El tribunal concluyó que Wakefield había fallado en su deber como médico, y se le revocó su licencia para ejercer en el Reino Unido, el fallo del comité estableció que el médico «no era apto para el ejercicio de la profesión», calificando su comportamiento como «irresponsable», «antiético» y «engañoso»-
Posteriormente, la revista The Lancet se retractó completamente del artículo escrito en 1998, alegando que los datos habían sido falsificados.
A pesar de ser profesionalmente desacreditado, Wakefield todavía tiene seguidores entre algunos que se oponen a las vacunas. El fraude de la vacuna Wakefield sirve como una advertencia sobre la importancia de la conducta ética y la revisión por pares exhaustiva en la investigación médica.
Luego del escándalo Wakefield, investigaciones epidemiológicas realizadas dentro de marcos éticos, con grupos más grandes y que fueron grupos de control, y otros métodos más estrictos de evaluar la causa y el efecto, no han mostrado un vínculo entre la vacuna SPR – o cualquier vacuna aplicada en infancias – y el autismo.
El aumento de casos de autismo se debe a mejores diagnósticos
A lo largo de los años, los diagnósticos de los trastornos del espectro autista han aumentado debido a los avances en su detección y una mayor consciencia acerca del tema y no por consecuencia directa de las vacunaciones.
Por ello, no es científicamente adecuado comparar las estimaciones actuales basadas en la ciencia moderna, con las estadísticas realizadas en un momento en el que el autismo no era bien comprendido, o cuando la sociedad no contaba ni reconocía a las personas autistas.
Una investigación liderada por Peter Bearman de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Columbia en Nueva York, explica este crecimiento como resultado de un mejor diagnóstico. Desde 1987, la ampliación de los criterios y su clarificación han dado lugar a evaluaciones más exactas, que evitan diagnósticos erróneos y temporales de diferentes casos de TEA. Este cambio podría explicar el 26% de los casos extra en los últimos tiempos.
En esta misma línea, el trabajo social que se ha hecho para aumentar la concienciación de los padres, madres, docentes y especialistas, ha llevado a afinar la observación y la búsqueda de atención médica cuando se detectan los primeros indicadores de TEA. Gracias a ello, se ha permitido tener un mayor y mejor acceso a los diagnósticos, facilitando la mejora y el trabajo interdisciplinar.
Conclusión
El mito que vincula las vacunas con el autismo ha sido ampliamente desmentido por la comunidad científica. Sin embargo, continúa circulando en redes sociales, lo que genera miedo y desconfianza hacia las vacunas poniendo en riesgo la salud pública.