Por José Juan Garza*
La educación de la sexualidad y la salud sexual son temas vitales que en muchos puntos del mundo han sido un tabú, lo que ha tenido un impacto abrumador a nivel sociocultural. Por lo mencionado, es imperativo poder visibilizar diversos aspectos en búsqueda de lograr una mayor inclusión, desorganizar estigmas y definitivamente deconstruir aspectos de sedimentación social fuertemente arraigados.
Parece evidente que el objetivo principal de la educación de la sexualidad es la promoción, acompañamiento, alcance y garantía de la salud sexual para todas, todos y todes, sin embargo aunque se han tenido grandes avances la realidad hoy en día es todavía inadecuada en relación a un tema tan complejo y estigmatizado como la sexualidad.
Vale la pena destacar, que desde 2010, la Asociación Mundial para la Salud Sexual (AMSS) estableció el 4 de septiembre como el Día Mundial de la Salud Sexual, por lo que hoy se conmemora nuevamente este evento y es interesante profundizar un poco sobre este tema.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define salud sexual como un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad, la cual no es la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad (OMS, 2006a).
De acuerdo también con la OMS, la salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las prácticas sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia.
Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos de manera plena (OMS, 2006a).
Evidentemente, ha existido un proceso de transformación histórica, que se ha reflejado en el discurso teórico, social y cultural, lo cual es esencial para la familiaridad y/o visibilidad de la sexualidad más allá de lo tradicional y normativo a favor de la diversidad, lo que contribuye en gran medida con la salud sexual y por consiguiente en el disfrute sexual y el placer.
En la dimensión generalizada, las personas construyen su placer y erotismo por medio de los sentidos: viendo, escuchando, sintiendo o tocando, oliendo, degustando, etc. Por lo anterior, se puede pensar que entre más diversa sea la sexualidad, será más sana y creativa, y por consiguiente menos limitada.
Las personas poseemos reglas de conducta que hemos interiorizado y se han vuelto idiosincrásicas. Es con base en estas reglas que calificamos como correcto o incorrecto el comportamiento propio y el de los demás.
Por lo tanto, la conducta que aprobamos o reprobamos tanto en nosotros como en terceros, tiene relación directa con las propias experiencias de aprendizaje (Skinner y Holland, 1970).
Para profundizar en un concepto actual, la sexualidad consciente es una práctica que se desprende de la atención plena, donde se tiene la intención de estar presente, siempre con un enfoque introspectivo y con un entendimiento amplio de los fenómenos y eventualidades que contribuye considerablemente a la salud sexual.
La idea y ejercicio de la sexualidad consciente se extrae de la filosofía oriental, específicamente de las tradiciones espirituales que nacieron en el Valle del Indo, por lo que se busca que este medio pueda aportar una mirada sumamente especial, más allá del paradigma canónico occidental.
Una sexualidad consciente es aquella que establece una conexión con nuestro propio ser interno, experimentando y disfrutando de una sexualidad libre, espontánea y creativa, por lo que para hacerla consciente, es necesario descubrir el código erótico propio, es decir navegar en lo profundo de las necesidades y gustos propios para vivir y sentir en el presente.
Esta sexualidad toma en cuenta la energía que surge en nuestro ser interno, la luz clara y esencial de la mente, indudablemente este concepto expone una sexualidad integral que engloba lo físico, lo emocional y lo espiritual.
También es importante abordar la realidad que somos seres sexuados que se vinculan con el placer físico y emocional. Es esta conexión lo que permite estar presente y conocerse a uno mismo, misma, misme a profundidad. De la misma forma, es necesario abordar la sexualidad de manera integral, incluyendo también el erotismo, la intimidad, el deseo y el placer.
Finalmente, la sexualidad abarca todos los aspectos de la vida de cada persona, considerando que más allá de las funciones reproductivas básicas, también tiene un propósito psicosocial y afectivo, y por lo tanto emocional, es decir el contacto entre las personas que comparten estas experiencias tan profundas y significativas.
Asimismo, los conceptos como sexo biológico, preferencia sexogenérica o identidad de género son fundamentales para la organización y entendimiento de la propia sexualidad en diversas dimensiones, llegando a definir las dinámicas que estructuran nuestra vida pública y privada de manera, por lo que sin duda es vital emplear esta gran fuerza creativa de manera consciente y fomentar propiamente la salud sexual.
Referencias:
- Damcho (2022). La sexualidad. Perpectivas budistas.
- Organización Mundial de la Salud, Salud sexual.
- Skinner, B.F, y Holland, J.G. (1970). Análisis de la Conducta. Editorial Trillas.
*Sexógo educativo en formación, con enfoque en sensiblización, diversidad sexual y atención plena. Su pasión por el activismo en derechos humanos y conocimiento aplicado en materia de la educación de la sexualidad lo llevó a profundizar en el ámbito de la sexología. Es editor de Código Erótico, una plataforma de difusión sobre educación de la sexualidad, diversidad y salud sexual. Correo: sex@codigoerotico.com