Por Lucía G. Pruneda Álvarez*
La idea de abandonar las medidas preventivas y dejar que el virus infecte a las personas aún no contagiadas ya ha ganado tracción. Pero la “estrategia de inmunidad colectiva” es una contradicción en términos de salud pública, ya que la inmunidad colectiva es la ausencia de una estrategia.
La inmunidad colectiva es un concepto importante de salud pública, desarrollado y utilizado para guiar la política de vacunación. Implica un cálculo del porcentaje de personas en una población que necesitarían lograr la inmunidad para prevenir un brote.
El mismo concepto ofrece poca orientación durante una pandemia en curso sin una vacuna aún disponible. Si fuera una estrategia militar, se traduciría en dejar que el enemigo te atraviese hasta que se detenga porque no queda nadie a quien atacar.
¿Qué es la inmunidad de grupo?
La inmunidad de grupo o de rebaño es la protección de una determinada población ante una infección debido a la presencia de un elevado porcentaje de individuos inmunes.
De forma natural, cuando se produce un brote, al avanzar la epidemia y aumentar el número de individuos inmunes, disminuye la probabilidad de contacto entre un susceptible y un infectado, hasta que llega un momento en el que se bloquea la transmisión del agente infeccioso.
Al haber una proporción significativa de personas que están protegidas frente a una determinada enfermedad, actúan como barrera para impedir que el virus alcance a los que no están protegidos. Generalmente este tipo de protección se busca a través de la vacunación.
Pero en el caso del nuevo coronavirus, al no disponer de vacunas, el objetivo es que haya tantas personas que han superado la enfermedad que el SARS-CoV-2 no encuentre fácilmente individuos susceptibles a los que infectar y se ralentice o se frene la transmisión del virus.
Para poder saber cuál es el umbral de inmunidad de rebaño (también llamada inmunidad colectiva o de grupo) se hace un cálculo en base al ritmo al que una enfermedad se propaga.
En el caso del nuevo coronavirus, los especialistas estiman que se necesitaría que el 60% o 70% de la población tenga anticuerpos contra el SARS-CoV-2 para frenar la circulación del virus, sin embargo existe discusión aún sobre cuál sería el umbral.
La inmunidad colectiva se logra cuando una persona infectada en una población genera menos de un caso secundario en promedio, que corresponde al número de reproducción efectiva R (es decir, el número promedio de personas infectadas por un caso) que cae por debajo de 1 en ausencia de intervenciones.
En una población en la que los individuos ideales donde se asume que son homogéneos (edad, aparentemente sanos, etc.) y son igualmente susceptibles y contagioso, R = (1 − pC)(1 − pI) R0, donde pC es la reducción relativa en las tasas de transmisión debido a intervenciones no farmacéuticas; como el distanciamiento social y pI es la proporción de individuos inmunes; y R0 es el número de reproducción en ausencia de medidas de control en una población completamente susceptible.
R0 puede variar entre poblaciones y a lo largo del tiempo, dependiendo de la naturaleza y el número de contactos entre individuos y factores ambientales.
¿Cuál es el porcentaje de personas que tienen anticuerpos en las distintas ciudades?
En estudios realizados sobre el nivel de seroprevalencia, es decir el porcentaje de la población que ha estado expuesta al virus y ha desarrollado anticuerpos, grandes ciudades del mundo que tuvieron altas tasas de contagios de COVID-19 muestran que están lejos del 60%.
Una de las ciudades con mayores tasas de contagios es Nueva York (Estados Unidos) en la que un 23.2% de la población tiene presencia de anticuerpos.
Por otro lado, Madrid tiene un estimado de 11.7%, siendo la ciudad de España con de seroprevalencia. En una situación como esta, en la que ya hemos perdido más de 70.000 vidas con una tasa de mortalidad cercana a un 10% en nuestro país, no deberíamos ser frívolos con este tema.
Deberíamos pensar en cómo evitar tantas muertes como sea posible y reanudar la vida lo mejor posible. Siempre que la gente habla de inmunidad colectiva, o de “todos nos vamos a contagiar” o cualquiera de esas cosas, es una idea absolutamente peligrosa.
Aún hay lecciones que aprender, de Suecia, este país no siguió la política que parece que estamos aplicando en este momento. Donde las autoridades predijeron públicamente una seroprevalencia del 40% en Estocolmo para mayo de 2020; la seroprevalencia real de IgG fue de alrededor del 15%.
Las diferencias en la metodología de las pruebas, la carga viral, la gravedad clínica, la salud intrínseca de la población estudiada y varios otros posibles factores de confusión probablemente expliquen la variabilidad entre poblaciones
En muchas ciudades europeas, se observó una disminución en el ritmo de contagios, que algunos asociaron a un posible efecto de inmunidad de rebaño.
Sin embargo, una investigación publicada en la revista científica The Lancet concluyó que esa no fue la causa, sino que “los datos epidemiológicos sugieren que ningún país ha visto todavía tasas de infección suficientes para prevenir una segunda ola de transmisión”.
La causa para las bajas en las curvas de contagio estaría dadas por las medidas de distanciamiento social y de higiene.
Una de las estimaciones de cuál sería el porcentaje de personas que tendrían que tener anticuerpos antes de alcanzar la inmunidad de rebaño es que sería el 60%.
Esto se estima según los niveles de contagio observados con el nuevo coronavirus. Sin embargo, algunas investigaciones señalan que también debería tenerse en cuenta la heterogeneidad de la población, es decir que hay personas con más riesgos de contagio que otras.
Por otro lado, otro punto importante es que todavía no se sabe si existe la posibilidad de reinfección. “No hay garantía de que una persona que se haya infectado no se pueda volver a infectar pero tampoco hay reportes en el mundo que hayan demostrado reinfección”.
Hasta ahora es un tema que está siendo investigado porque lo que todavía no se sabe es si los anticuerpos que se generan cuando una persona se enferma son neutralizantes para futuras infecciones y tampoco se sabe cuánto duran esos anticuerpos en circulación.
Con las pandemias de influenza, la inmunidad colectiva se alcanzó de dos o tres oleadas epidémicas, cada una interrumpida por la estacionalidad típica del virus de la influenza con vacunas disponibles.
Para COVID-19, que tiene un estimado en tasa de letalidad por infección de 0,3-1,3% 1,5, el costo de alcanzar la inmunidad colectiva a través de una infección natural sería muy alto, especialmente en ausencia de una mejoría del paciente manejo y sin protección óptima de las personas en riesgo de complicaciones graves.
Asumiendo un umbral optimista de inmunidad colectiva del 50%, para países como Francia y EE. UU., esto se traduciría en 100,000–450,000 y 500,000–2,100,000 muertes, respectivamente.
Hombres, personas mayores y personas con comorbilidades se ven afectadas de manera desproporcionada, con tasas de mortalidad por infección del 3,3% para los mayores de 60 años y aumento de la mortalidad en personas con diabetes, enfermedad cardíaca, enfermedad respiratoria crónica u obesidad, panorama que desafortunadamente presenta nuestro país.
Una vacuna eficaz presenta la forma más segura de llegar a la inmunidad de grupo o colectiva.
Inicialmente la distribución será limitada, será importante priorizar poblaciones altamente expuestas (primera línea) y aquellas más vulnerables Las vacunas son especialmente adecuadas para crear inmunidad colectiva porque su asignación puede dirigirse específicamente a poblaciones altamente expuestas, como trabajadores de la salud o personas con contacto frecuente con clientes.
Por tanto, las vacunas pueden tener un mayor impacto en la reducción de la circulación viral que la inmunidad adquirida naturalmente, especialmente si resulta que la inmunidad protectora adquirida naturalmente requiere refuerzos.
En esta etapa de la pandemia, medidas como distanciamiento social, aislamiento del paciente sintomático o asintomático, cubre bocas e higiene de manos, han demostrado su eficacia en el control de la propagación del virus y, por lo tanto, debe aplicarse estrictamente.
Esto es hasta que las vacunas estén disponibles, lo que nos permitirá alcanzar inmunidad colectiva de la forma más segura posible.
Bibliografía
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