Especial
Con el semáforo epidemiológico en naranja y amarillo, y el correspondiente incremento actividades permitidas, los viajes en transporte público aumentan. ¿Supone realmente un riesgo viajar en metro o autobús al trabajo? Con las medidas adecuadas, no parece tener más riesgo que otras actividades.
El epidemiólogo y vocal de la Sociedad Española de Epidemiología, Pedro Gullón explica a nuestros colegas de Maldita Ciencia (integrantes de la red LATAM Chequea) que considera este tema «muy complejo» y aclara que cualquier actividad en la que se junten personas aumenta al riesgo de transmisión.
«Se ha planteado el transporte público como un gran riesgo cuando no se consideran otras situaciones de riesgo en las que nos juntamos como el volver a las oficinas cuando se puede seguir teletrabajando», añade el epidemiólogo.
El automóvil no es alternativa al transporte público
Para Gullón, hay una diferencia «fundamental» entre el transporte público y otras situaciones que suponen un riesgo de transmisión del coronavirus.
«El transporte público es esencial. No hay alternativa al transporte público y es fundamental para que la sociedad funcione. El coche no puede ser alternativa al transporte público bajo el prisma de la salud pública. Hay estudios que relacionan altos niveles de contaminación con mayor posibilidad de transmitir el coronavirus y con mayor vulnerabilidad a la COVID-19. A medio y a largo plazo, las condiciones que empeoran la COVID-19 como enfermedades obstructivas crónicas son más frecuentes en lugares con alta contaminación, por lo que sustituir el transporte público por el coche va a tener consecuencias fatales para nuestra salud».
La contaminación atmosférica provoca cada año 4.2 millones de muertes prematuras en todo el mundo y 15 mil muertes por contaminación en nuestro país al año.
Viajar en transporte público con mascarilla supone un riesgo bajo en la transmisión del virus
Basándose en un estudio publicado por la revista científica British Medical Journal, Gullón considera que el transporte público tiene menos riesgo que el trabajo en oficina porque las personas llevan mascarillas, no hay gritos y en general sólo hay alta ocupación en momentos y lugares concretos.
Gullón destaca que no se han detectado prácticamente brotes de COVID-19 en el transporte público de todo el mundo por «un menor riesgo del transporte público de lo que se cree y porque es muy difícil detectar un brote en el transporte público».
Un brote en China al comienzo de la pandemia que los expertos consideran improbable actualmente
Uno de los brotes detectados en transporte público ocurrió en China, como se cuenta en este artículo. El 1 de septiembre de 2020 se publicó un artículo científico que concluyó que una persona con COVID-19 infectó a 23 de los otros 67 pasajeros de un autobús con aire acondicionado recirculante.
Las personas sentadas más cerca de la persona infectada no tuvieron un mayor riesgo de contagiarse, lo que según los autores se explicaría al menos parcialmente por la transmisión aérea del coronavirus.
El epidemiólogo quita importancia a este caso porque «ocurrió al comienzo de la pandemia (el 19 de enero), cuando no había obligatoriedad de usar mascarillas y fue en un trayecto de 900 kilómetros».
Coincide con él Joan Ramón Villalbi, médico de Salud Pública y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS):
«Hay un caso de un brote en China en transporte público en larga distancia al comienzo de la pandemia pero en una situación muy excepcional en circunstancias que no se cumplen ahora. Fue en invierno en un autobús que hacía casi 1000 kilómetros y usaba calefacción recirculante. Esto ahora no se hace», destacó
Villalbi afirma que «no tenemos muchos indicios de transmisión en transporte público, tampoco en los medios de transporte urbano donde todo el mundo viaja con mascarillas, mantiene en lo posible la distancia unos de otros, se extrema la higiene y viaja durante poco tiempo. Por otra parte, la renovación del aire se aplica muy a rajatabla, por lo que no creo que tengamos por qué pensar que el transporte público es un problema. Además, es la solución a otro problema de salud pública: la contaminación del aire».
En cambio, un estudio estimó la posibilidad de contagiarse de COVID-19 en un tren de alta velocidad en China con una persona infecciosa. Los autores concluyeron que los pasajeros sentados dentro de las tres filas y cinco columnas cercanas a una persona infectada se contagiaron entre el 0% y el 10.3%.
La tasa media de transmisión para estos contactos cercanos fue del 0.32%. Por cada hora de trayecto, el riesgo de transmisión se incrementaba en 0.15%. «En una reunión familiar esa tasa es mayor«, añade Gullón.
Un modelo realizado por un equipo de la Universidad de Colorado en Estados Unidos, estima que la posibilidad de contagiarse de COVID-19 en un trayecto de 3 horas en un autobús o metro bien ventilado, sin hablar y sin moverse la probabilidad de contraer la enfermedad es de sólo un 1%.
En cambio, una clase de 3 horas con una única persona hablando en una sala bien ventilada pone un riesgo del 16%, según este mismo modelo.
Para reducir el riesgo del transporte público, Gullón señala que hay aumentar la oferta (aumentado la frecuencia de los metros, trenes y autobuses) y disminuir la demanda (reduciendo el número de viajes innecesarios, «regulando que los trabajos de oficina que permitían trabajar en remoto durante el estado de alarma vuelvan a esa situación»).
La viróloga Sonia Zúñiga, investigadora de coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología de España, opina que «si no hay más remedio, hay que viajar en transporte público siguiendo todas las recomendaciones, sobre todo mascarilla y distancia social».
«Yo preferiría un autobús con las ventanas abiertas y no sólo por el trayecto en el medio de transporte en sí, también porque se espera normalmente al aire libre en la parada, donde puede mantener la distancia con el resto de personas, algo que en general no se da en las estaciones de metro, donde podría ser más complicado mantener la distancia y la ventilación no es igual», señaló
Andar o bicicleta, alternativas al transporte público
Villalbi plantea como alternativa al transporte público la bicicleta y caminar. «Si la alternativa es la moto o el coche, mal. En grandes ciudades como Madrid y Barcelona ya superaban los niveles recomendados de la OMS de contaminación el aire y estábamos empezando a corregirlos. Espero que la pandemia no vaya en contra de mejorar la calidad del aire».
El médico salubrista y epidemiólogo y vicepresidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública (AMASAP) Javier Segura del Pozo, señaló que «estar en sitios cerrados o con mala ventilación es fundamental para incrementar el riesgo de contagio. El tiempo es otro factor: mayor riesgo en desplazamientos más largos. En los sitios con más transmisión comunitaria, es mayor el riesgo de transmisión en el transporte público. Además, hay menos riesgo si hay mascarillas y se guardan las distancias. Se ha creado una corriente a favor del uso del vehículo privado pese a que el aumento del transporte privado tiene un efecto negativo en la salud. El transporte público tiene un efecto positivo en la salud más allá de la COVID-19».
Segura destaca la ausencia de estudios y estadísticas más precisas sobre dónde se producen los brotes y la transmisión del coronavirus. «No conozco estudios capaces de separar el riesgo de coger el transporte público de cogerlo para ir a trabajar. Hay factores asociados que confunden. Falta información a nivel ocupacional: es diferente el riesgo de los trabajadores del metro que el de los pasajeros», añade el salubrista.